La verdadera pandemia
Dicen que hay una pandemia en el mundo. Puede que sí, pero la que más debería preocuparnos no es la que todos pensamos. Hay un virus que es más peligroso que cualquier otro y se llama miedo. Viaja ligero como el aire, anida al primer contacto en los pensamientos, se multiplica en las redes con la velocidad de la pólvora, y crece exponencialmente (y así alcanza a muchos en poco tiempo). Si tu sistema de defensas contra el miedo es bajo, basta con que escuches una conversación, o leas un fragmento, o le des un simple vistazo a una imagen para contagiarte. Y si te dejas llevar lo suficiente y no haces nada para curarte del miedo, ciertamente te puede dejar en cama. La principal promesa del miedo es que siempre se puede poner peor. Es la más trágica, la más paralizante, la más devastadora de todas las pandemias.
Entonces, ¿cómo curarse del miedo? Lo primero que debes hacer es lo que los científicos hacen cuando hay un virus nuevo: lo estudian. Lo observan. Lo enfocan en el microscopio. ¿Puedes observar tu miedo?
Empecemos por la pregunta obvia: ¿a qué le tienes miedo? Trata de ser lo más específica posible [le tengo miedo a la escasez, a perder el trabajo, a no tener dinero para pagar, a no saber, a no poder marcar una fecha segura en el calendario, a no volver a…, a la incertidumbre, a la enfermedad, a la muerte]. Vale. Esos miedos están ahí. Para efectos de este ejercicio, elige el que más te aterre, el que menos deseas que se haga realidad aunque quizás sea en el que más piensas. Pongámoslo al microscopio y hagamos un aumento.
¿Cómo es el miedo? Esta vez no busques respuestas intelectuales, razonamientos o datos concretos. Busca sensaciones. Cierra los ojos. ¿En qué lugar del cuerpo lo ubicarías? ¿Qué tan intensa es la sensación? ¿Qué tan persistente es? ¿Cómo lo describirías? Si pudieras darle forma, ¿qué forma tendría ese miedo? Una forma física, visual. ¿Sería grande y amenazador o agudo y puntilloso? ¿Sería definido o nebuloso? ¿De qué color sería? ¿Podrías relacionar un olor con ese miedo? ¿Cómo sería su textura al tocarlo?
Estas son preguntas importantes, no es simple retórica. En el momento que puedas cierra los ojos y mira tu miedo bien de frente, explóralo con todos tus sentidos. Esta es una forma de recibirlo, de reconocerlo, y así empezar a comprenderlo. Es mirarlo desde una perspectiva nueva, que quizás no habías tenido nunca. Esto también es aceptarlo y hacerle frente. Negar tu miedo es darle más fuerza, del mismo modo que ignorar y descuidar una infección pequeña durante el tiempo suficiente al final la extiende y la agrava.
Así que esta es una invitación a observar tu miedo y ponerlo en sensaciones, en formas. Te darás cuenta, cuando lo observes detenidamente, de lo insustancial que es realmente, de que muta, cambia; no es lo mismo que pensabas que era cuando lo mirabas de reojo. Quizás no necesariamente lo sigas llamando miedo, pero definitivamente serás más consciente de cómo te estás sintiendo, de cómo lo estás sintiendo, y eso es un excelente comienzo. Ser consciente de algo nuevo es un punto a favor.
No puedo decirte qué hacer con tu miedo a partir de ahora, pero no necesitas que lo haga. Empieza a observarlo y a relacionarte con él, y tú misma empezarás a comprender lo que debes hacer. Sabrás si necesitas moverte en cierta dirección, soltar algo, prever algo, realizar alguna acción concreta que te ayude a tener paz. Incluso si esa acción concreta es simplemente dejar de preocuparte (mejor ocuparse que preocuparse, dicen) y disfrutar el día como viene, con sus bendiciones y sus posibilidades. Y que el futuro traiga lo que vaya a traer.
No dejes que sea el miedo el que te diga lo que debes hacer. La intuición es mucho mejor consejera.
Me alegro mucho leerte. Este también ha sido mi sentir con el tema del año «pandemia». Además es un virus con el que venimos conviviendo desde siempre. A veces lo sentimos cerca y en otras ocasiones logramos distraernos y olvidarlo por un tiempo. A