Reunión pasada por agua pero llena de fuego
La noche del 17 de febrero el Círculo se reunió en la casa de María Camila, la mamá de Amelié. El agua comenzó a caer una hora antes del encuentro. Clima helado y caos de tráfico en el centro de la ciudad no son una buena combinación para las reuniones, así que en la primera mitad fuimos tres mujeres. Más de cincuenta años de edades sumadas {o historias para contar}, aunque la menor de nosotras apenas tiene ocho meses aprendiendo cómo funciona el mundo. La sonrisa, la dulzura y la tranquilidad de Amelié fueron el fuego que nos mantuvo cálidas todo el tiempo. Un fuego tibio, constante y relajante. Aunque de cuando en cuando sus pequeños gritos juguetones nos recordaban en dónde y con quién estábamos. Todo un honor.
Otras tres mujeres se unieron a la noche, que apenas aprovechamos un rato más, antes de que Amelié nos sugiriera abiertamente que ya era hora de ir a dormir {es una niña muy inteligente, y conviene hacerle caso}. Pero antes de eso se habló…
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Una madre, cualquier madre, es capaz de tanto amor… Ser madre te enseña que las mujeres estamos hechas para dar amor, que nuestras formas redondeadas, nuestros bultos y nuestras pequeñas gorduras son necesarias para sostener, abrazar, amamantar a otro ser humano. Es tanto lo que la madre da, que si lacta por demasiado tiempo se va secando ella misma, pues lo mejor de sí va en su leche. Dar sin esperar recibir. Dar porque una descarga de amor te hace olvidar el peor dolor. Eso deja de ser importante. {Aunque lo escribe alguien que no es mamá. ¿Pero acaso las mujeres no tenemos todas nuestros hijos, nuestros secretamente adoptados de quienes estamos pendientes, a quienes cuidamos a nuestro modo? ¿No estamos hechas ya para ser las cuidadoras? ¿Hay alguna que pueda decir «yo nunca he cuidado a nadie sin esperar nada a cambio»?}
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La importante tarea de educar a un ser humano: ¿cómo obligar a un hijo a asistir a un colegio que a mí tampoco me gustó? Y si no, ¿qué enseñarle? Y sobre todo ¿cómo? Vaciar montones de conceptos en la cabeza de alumnos receptivos crea personalidades pasivas, faltas de creatividad. Los niños son capaces de enseñarse a sí mismos, mientras estén en el ambiente adecuado. La colaboración, la cooperación y el altruismo son valores que se fomentan en el ambiente en el que crece el niño. Enseñar la competencia, en cambio, es contribuir a la agresividad general en la que vivimos sumergidos. Esto me recordó un corto que vi promocionando la Educación Prohibida, para las curiosas: La educación prohibida {link de la página: http://www.educacionprohibida.com/}
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No saber enseñar, por ejemplo, conduce a que niños inspirados que sueñan con aprender a tocar un instrumento musical salgan de las clases llorando y rogando que los saquen de la academia para no volver a tocar el violín. De ahí para arriba con todo lo demás aparte de la música, imaginemos el daño que les hacemos a las mentes jóvenes con nuestros obsoletos sistemas de enseñanza.
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Hablamos de la lucha que enfrentamos a diario con nosotras mismas por dominar los rasgos más fuertes de nuestra personalidad, los que nos alejan del centro, del equilibrio y la relajación que necesitamos para ver de dónde viene la felicidad. El ambiente a nuestro alrededor se carga de la tónica con la que nos enfrentamos a él. Cosechamos las actitudes que proyectamos ante los demás y junto a nosotras el ambiente cambia con nuestro estado de ánimo. Solo darnos cuenta de esto nos obliga a darnos cuenta de nosotras, de nuestros pensamientos y acciones. ¿A quién estamos imitando? ¿Contra quién estamos peleando?
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Esta noche comprobé que el calor viene del hogar, del fuego del corazón, y que la tranquilidad se puede transmitir muy fácilmente, simplemente estando ahí, sonriendo y respirando. No hacen falta grandes rituales para encontrar la calma del espíritu, pues el Espíritu nos rodea todo el tiempo. Basta con estar atentos.
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Y de regalo de luna llena {luna del lobo, el 18 de febrero}, un corto sobre mujeres demostrando que existe la bondad en este mundo: cocinan para los inmigrantes ilegales que viajan por México en un tren de carga, y les entregan comida y agua desde el borde de la carrilera. Cariñosamente llamadas Las Patronas, por ser del Estado de Guadalupe, la virgen patrona de México. Un ejemplo inspirador de coraje y amor:
http://www.elpais.com/videos/cultura/Inmigrantes/moscas/elpvidcul/20110121elpepucul_1/Ves/
Para aullar de hermandad.
muchas gracias por estas invitaciones tratare de acomodar mis horarios para poder asistir a las reuniones, para todas las chicas muchos abrazos