El segundo círculo
El segundo encuentro lo logramos cinco mujeres. Una de ellas, Amelié, una encantadora y amorosa bebé que nos acompaña por primera vez. Fue una reunión tranquila y algo improvisada, pues tuvimos que cambiar el lugar de reunión en el último minuto. Tuvimos la fortuna de contar con una profesora de tejido muy atenta que llevó hilos y agujas para todas y nos inició en el arte de las carteritas tejidas. Sé que a algunas esto del tejido les suena mañé y (curiosamente) afeminado. Me siento en la obligación de defender las agujas, pues solo quien es capaz de la paciencia para sentarse a anudar un hilo interminable en idas y vueltas y retuertas y, acumulando punto tras punto, carrera sobre carrera, lana sobre lana dentro de lana debajo de lana, puede comprender cómo se teje todo, de ahí para arriba, pues funciona lo mismo para la gente, para las culturas, las sociedades, los amores…, ¡la vida!
¡No es nada difícil y resultó ser muy divertido y un excelente acompañante de la conversación! Las que no estuvieron, bien podría ser que se enamoraran como yo del arte de la repetición: tejer y tejer y tejer un punto que no es igual a otro, nunca es igual a otro y que en su acumulación es capaz de crear algo sólido, con forma y sustancia, llámese carterita, bufanda, saco, brazo, cabeza o cuerpo.
Decidimos que quizás los domingos no sea un buen día para estas reuniones pues todas andamos en planes familiares o de descanso sin compromisos (y algunas hasta trabajan) y convenimos que sacarle tiempo al círculo en un día de excepción de la semana no es fácil.
De todos modos, estamos en días de excepción del año, vacaciones, muchos compromisos por todos lados y cierres y cansancio.
Les dejo un mensaje de Joseph, mi maestro de tai chi, para las mujeres: estos son tiempos de parar, de descansar y estar relajadas, de dejar de correr y sobre todo de no agotarse. Las mujeres tendemos a esto llenándonos de tareas y compromisos y favores y un montón de cosas que no nos competen (o no tendrían por qué). Cargamos con demasiadas cosas. Nuestro agotamiento se refleja en lo que le está pasando al mundo (pues todo es un sistema del que apenas formamos parte aunque los seres humanos creamos que estamos en la cúspide de la pirámide). Y lo que la Tierra necesita, al igual que la mujer, es descansar, que la dejen en paz un rato, a recuperarse de todo lo que ha sufrido en vez de mantener la tensión. Soltar cosas, dejar ir. El mundo no se va a acabar si paramos. Al contrario, es probable que sea en ese momento que empiece a marchar bien. Me gustaría que cada una meditara esto en su corazón y se preguntara: ¿qué tanto es esto cierto para mí?
Recuerden que la vida sigue pasando aquí y ahora, aunque nosotras estemos afanadas por el ayer o el mañana.
También quisiera contarles que en este encuentro comprendí la importancia del círculo, para mí y para todas, y la necesidad que las mujeres tenemos de darnos un lugar para respirar en medio de todo el desbarajuste en que nos tienen metidas. Es verdad que es difícil animarse a crear un lugar así, que no se sabe lo que va a pasar, que se tienen muchas dudas e incertidumbres, el miedo al ridículo, a que no llegue nadie, a que no lleguen tantas como una espera, a que nos aburramos todas. Pero ahora sé que todo esto son miedos infundados. Que las mujeres nunca nos aburrimos cuando estamos juntas, mientras exista un espacio de confianza en el que podamos abrir nuestros corazones (y la ausencia de hombres es un poderoso agente, aunque al principio no lo parezca).
Las invito a conocer este lugar sagrado, en el que cada una comparte desde su visión del mundo (lo del tejido no es obligatorio… es apenas una excusa, pero si prefieren llevar colores para dibujar, o simplemente escuchar, o cualquier otra cosa, son bienvenidas).