Desde las selvas del Chocó
María Esperanza Casas nos envía un recuerdo de sus viajes por las selvas del Chocó… ¡Muchas gracias por compartirlo!
Estoy quietica en la hamaca,veo el vapor que va corriéndose poco a poco dejándome ver los árboles y una montaña allá, al otro lado del río San Juan… Cantan unos pajaritos, diferentes a los que cantaron en la noche, alguien tose, un niño llora, la mamá le dice en lengua «quimamba quimamba»… y él se calla…
Un perro ladra a no sé qué… Pasan silenciosas unas compañeras waunanas… y se comienzan a escuchar unos ruidos… Levanto la cabeza y al extremo derecho veo el trapiche y las compañeras comienzan a encajar las cañas de azúcar para moler por largas horas… siempre a la misma hora… 5 am…
He resuelto dejar la pereza y me levanto… «Ejaspaji kaperas», digo. «Uejaspaji», contestan… Escucho unas risillas… Pasa doña Carmen Tulia… «Esperranza uejaspaji». «Uejaspaji», contesto… Sigue su camino… su silueta rápida, con una revoltura de cabello y una toalla en la mano… «Ehh, doña Carmen Tulia, ¿va a bañarse? ¿me lleva?». «Vamo` pue`», contesta ella… y la sigo. Bajamos del tambo por la escalera, que es un tronco tasajeado en peldaños… Cuando no hay nadie en casa, simplemente voltean el tronco y lo liso queda arriba, indica que está cerrada la vivienda.
Bajamos y recorremos unos metros a la orilla del río… Ella coje el remo y dentro de la canoa la mece y con el canalete le saca el agua que hay dentro porque llovió anoche… «Ya, pué` Esperranza, véngase pa`cá`…». Me meto,siempre llevo botas mientras que mi amiga siempre descalza. Sus pies de corte legendario me dejan las huellas para seguirla.
Vamos río arriba y luego nos metemos por una quebrada… El agua es menos corrientosa en este afluente, el afluente de Taparal…
Llegamos a una playa de color oscuro, llena de piedras. Ella saca su canasto grande donde trae ropa y jabón… Me dice… «primero bañamo` Luego… lavos ropas… vusté va`lavá?» «Ay… pues dejé mi ropa». «Bueno, mañana regresamo`». Ay qué delicia de agua, es como tibia… flotan palos, y un silencio… el silencio de la selva donde no se escuchan sino pájaros de distintas tonalidades y los chillidos de los micos… las luciérnagas duermen… ya está bien clarito y el verde de los árboles y las plantas bajas son más intensos… En esta playa veo miles de piedritas de infinidad de formas…
El agua corre lenta, un tronco que baja se tropieza con unas piedras grandes, se forman burbujas a uno de los lados…
Doña Carmen Tulia lava su ropa y la de los niños. Lava sus parumas, que son las faldas, una tela lisa de casi 2 metros que se enrollan en la cintura, son siempre de un solo tono. Hay parumas verdes, negras, rojas, azules, etc., pero siempre de un solo tono… No emplean ganchos, sólo le cojen el dobladillo…
Va lavando y va extendiendo la ropa en unas piedras grandes que hay cerca…
Hemos comido plátano y papa china, y con cuchara sacamos arroz de una olla. Todo está frío pero rico. El sazón indígena es de gusto, la comida sabe a naturaleza… cocinan sobre troncos…
«Esperranza, ya vamos, ha pasado muchos ratos, vamos». Le ayudo a recoger la ropa un poco húmeda y la echamos en una canasta grande. Volvemos a meternos en la canoa. Ella rema. Yo intento hacerlo, pero no logro avanzar con la canoa. Ella me deja remar sola y desvío la canoa. Se ríe de mí porque no lo sé hacer… Volvemos al río grande…
Otro día más en las selvas del Chocó.
Esperanza