Círculo de historias uterinas
Círculo quincuagésimo séptimo
Luna Nueva en Escorpio.
Círculo de historias en la casa de Sonia.
Sábado 19 de noviembre, en el otoño del año del Gallo de Fuego (2017 E.C.)
Así se convocó
¿Cómo está tu útero? ¿Has aprendido a sentirlo? ¿Te ha hablado? ¿Te ha gritado? A veces nuestro útero nos habla a través de síntomas físicos (cólicos, endometriosis, miomas, etc.). También puede ser algo sutil, una sensación, un estado de ánimo especial, una intuición. ¿Te han operado? ¿Has recibido algún tratamiento o terapia para sanar alguna dolencia de tu útero? ¿Cómo lo cuidas? ¿Cómo te conectas con él?
Compartir historias sobre una de las partes más íntimas de nuestro cuerpo nos ayuda a conectar más clara y amorosamente con esa parte de nuestra feminidad que todas en algún momento de nuestra vida necesitamos sanar.
Algo sobre el círculo
Seis mujeres reunidas. Seis úteros sanando. Seis historias que nos hablan de las diferente maneras en que nos podemos relacionar con nuestros úteros… ¿El útero habla? ¿El útero se siente? ¿Cómo se siente? ¿Cuál es su voz? ¿Es fuerte? ¿Débil? ¿Habla claro? ¿Es silencioso?
Observemos a un grupo grande de niñas pequeñas. Están reunidas en un lugar seguro, contenido, con espacio y tiempo para jugar, para ser niñas. Digamos que están en un espacio de recreo. No todas se comportan igual. Hay unas, las que primero llaman la atención, que son vivaces, no pueden estarse quietas, saltan, corren, gritan, se hacen notar. Es difícil ignorarlas. Algunas hacen grupitos, juegan algo juntas, ponen sus reglas. Puede que algunas peleen, generen conflictos, estén rabiosas (y no es que sea su naturaleza. Quizás algo las enojó, o viven en condiciones difíciles, o les hace falta algo importante). Hay otras que van en parejas o en tríos, sumergidas en un universo compartido que solo ven ellas. Algunas juegan juegos rudos, energéticos, explosivos. Otras son más tranquilas, se sientan a hacer su magia solo con las manos o las palabras, sin usar tanto el resto del cuerpo. También está la que no habla con ninguna y se queda tranquilamente en un rincón observando. Y lo hace porque ese es su ritual, porque así se siente mejor, porque a eso es a lo que a ella le gusta jugar. Puede pasar desapercibida. Pero quizás no sea la única.
Todas somos distintas. Y así lo es también la relación con nuestros úteros. De modo que no hay maneras correctas o incorrectas, porque cada una tiene un carácter y un contexto propios. Lo que está bien para una no tiene que estar bien para todas.
Se convocó a compartir historias sobre úteros, y aunque aparte de este tema específico el enfoque era de carácter abierto, muchas de las que se compartieron fueron historias no tan bonitas, bien de dolor, o miedo, o enfermedad, o tristeza. Aunque también de aprendizaje, de luz y de esperanza. Y las historias luminosas nos recuerdan que hay una mejor manera. Que podemos ver a nuestros úteros de formas más amorosas y dulces.
Igual que las niñas de nuestra escena, cada útero tiene una forma única de comunicarse. No hay una fórmula para hacerlo. Nuestra relación con él es tan única como las que tienen las niñas en el patio de recreo. Pero sabemos que una relación problemática es dolorosa, que puede consumir mucha energía y a la larga hacernos daño.
Su voz puede ser clara y vibrante, fácil de distinguir, o puede ser un bajo continuo, tan bajo que solo lo notas después de un rato cuando prestas un poco de atención. Parlanchín o silencioso, no se trata de que lo hagamos ser de una o de otra manera, sino de que observemos qué es lo que nos está diciendo, sea a gritos o en silencio.
Si sentimos que nuestra relación con él es conflictiva necesitamos escucharlo, tal como lo haríamos con una niña pequeña que tiene un ataque de rabia. No peleas con ella, no la obligas a nada, no gritas más alto. Sabes que si lo haces ella sólo intentará gritar a su vez más alto que tú. En vez de eso la acoges. La escuchas. Y más allá de lo que ella grita, tú lees entre líneas… ¿cuál es la verdadera razón de la rabieta? ¿Qué es lo que ella _de verdad_ está necesitando, reclamando? ¿Es atención? ¿Alimento? ¿Descanso? ¿Un abrazo? ¿Un gesto amoroso? ¿Sentirse aceptada, observada, contenida?
En ocasiones también, todo lo que la niña necesita es desahogarse, que le permitamos gritar un rato, tirarse al suelo y llorar todo lo que quiera. El llanto es siempre liberador. En esta sociedad nos han enseñado a temer las lágrimas, evitarlas, tratar de ocultarlas. No sabemos manejarlas, nos ponen nerviosas, nos asustan. Mejor no llorar, porque el llanto es símbolo de debilidad. Es verdad que este mandato pesa mucho más sobre los hombres, pero eso no nos deja a las mujeres inmunes a sus alcances. Muchas de nosotras no nos sentimos bien llorando, porque esto también es mostrarse vulnerable y la vulnerabilidad es algo a lo que tememos colectivamente, como sociedad.
Y nadie nos dice que llorar libremente nos libera, y por eso mismo nos hace más fuertes. Es posible que la fortaleza emocional que demostramos las mujeres en situaciones en que los hombres se derrumban sea producto de que culturalmente a nosotras se nos permite llorar más y en más situaciones. Y el llanto es un desahogo, una válvula de escape de las emociones intensas. Lloramos cuando estamos muy tristes pero también cuando estamos muy alegres. Todos conocemos la expresión «llorar de la felicidad», aunque no la experimentemos tan seguido como llorar de la tristeza. Lo cierto es que las lágrimas son una de las herramientas que tenemos (no la única) para expresar esas emociones que de otro modo se quedan estancadas por dentro. Y una emoción negativa, un dolor, una rabia, una tristeza, no es algo bueno para guardar adentro. Empezará a pesarnos, a hincharnos, a congestionarnos. Y así nos hacemos débiles.
Hablamos de emociones aquí porque nuestro útero es como una mochilita personal donde las guardamos todas. Allí depositamos nuestras risas y nuestras lágrimas, las alegrías y los dolores, y también los miedos, las angustias, las emociones que vivimos intensamente, positivas o negativas. Dicen que el útero es un segundo corazón. Que palpita (aunque no lo sintamos, así como no siempre sentimos los latidos de nuestro propio corazón), que se contrae y se expande. Al igual que el corazón, el útero se llena y se vacía de sangre, rítmicamente, cíclicamente (esto lo experimentamos todas cada luna). Es un órgano de acoger tanto como de soltar. Acoge la vida, y luego la deja salir para que pueda nacer. Si no la dejara salir la mataría por asfixia, por estancamiento. Es tan importante acoger como soltar, pues lo que no soltamos en nuestra vida también se estanca. Y en aguas estancadas es más fácil pillar una enfermedad.
Se ha hecho mucho énfasis en la capacidad de las mujeres para gestar la vida, para abrazar, para nutrir, para contener, proteger, acunar. Nuestro arquetipo cultural de madre se da a sí misma en desinteresado sacrificio y está siempre allí acogiendo a los otros. Pero no se ha hecho el mismo énfasis en la necesidad de estar allí para nosotras mismas. En abrazarnos, encontrarnos, darnos cuidado y atención a nosotras mismas. Y para eso necesitamos _soltar_ algunas de las cosas que tenemos tan fuertemente abrazadas afuera. Porque nuestros brazos no son tan grandes. Y porque aunque en una mochila caben muchas cosas, cuando la llenas demasiado se empieza a deformar y si acumula demasiado peso incluso se puede desgarrar.
Por eso es importante que estreches tu relación con tu útero, para que veas si hay algo allí que ya lleva demasiado tiempo, una emoción contenida, una necesidad insatisfecha, un peso largamente cargado.
Así que te invito a ejercitar una de las dos funciones del útero, que es la que tenemos más descuidada: la de soltar, la de dejar ir, la de sacar. Deja de aferrarte a lo que no te hace bien. Deja salir esa emoción contenida desde hace tanto. Deja de intentar satisfacer un ideal, sobreesforzándote para cumplir una meta que no te llena. Deja ir a esa persona con la que definitivamente ya no funcionan las cosas, con la que ya lo has intentado mil veces y sigue sin funcionar y ahora solo se hacen daño. Suelta ese proyecto que ya no te satisface. Suelta ese hábito que sabes que te está perjudicando y al que insistes en aferrarte. Deja en paz esa memoria de lo que ya pasó y no puedes revivir. Deja salir ese dolor que llevas rumiando tanto tiempo en silencio. Despide a tus muertos, físicos o energéticos. Si necesitas llorar, llora todo lo que quieras, todas las veces que necesites, nada te ayudará mejor a descongestionarte. Pero mientras lo haces, suelta. Libera esa emoción. Todo lo que alguna vez metiste en tu mochila así mismo lo puedes sacar. Entonces saca la basura. Deja de aferrarte. Abre.
Cuando sueltas algo, te das cuenta que tu espacio interior se expande, abierto y liviano. Y ese espacio es el que te permite escuchar mejor esa voz interior, porque hay más resonancia adentro donde se puede hacer eco.
Por eso esta invitación a dejar ir es también un volver hacia nosotras mismas. Reencontrar nuestra propia voz, la que se escucha más claramente cuanto más espacio hacemos para que resuene. La que nos habla de nuestras necesidades, nuestro alimento y nuestros sueños. Cuando sueltas y abres espacio retornas a tu propio tiempo sin tiempo. A retomar ese proyecto que te apasionaba (y todavía te apasiona) pero dejaste guardado en el cajón. A inscribirte en esas clases que siempre quisiste tomar y no te habías animado. A limpiar tu cuarto y organizarlo de una manera que refleje y sirva mejor a la que eres hoy. A volver a buscar esa amistad sincera con la que no hablas hace tiempo y que tanto te alimenta. A dormir por fin todas las horas que te pide el cuerpo. A revisar tus viejas carpetas y desempolvar esas creaciones dormidas. A quedarte simplemente mirando a la pared sin hacer nada, sin pensar en nada, sin atender a nadie, sin esperar nada.
Igual que las niñas del patio de recreo, hay muchas maneras de ser y de querernos. Pero todas sabemos lo que nos hace verdaderamente bien, lo que nos sana por dentro, lo que nos hace sentir mejores con nosotras mismas sin por ello estar atendiendo a nadie más. Eso que te hace bien, aunque solo sea una cosa: hazla más. Así comienzas a sanar lo que hay que sanar.
Tu medicina, la que verdaderamente necesitas, está adentro tuyo. No esperes a que nadie venga a rescatarte. Ya no somos princesas. Deja de bucar tanto hacia afuera y regresa a ti. Te sorprenderá lo que encuentres allí.
***
Útero. Cántaro. Pozo profundo. Lago. Océano.
Útero. Olla. Hondonada. Pantano. Abismo. Gruta irresistible.
Útero. Copa de la vida. Caverna de la muerte.
Yin yang. Popoñotos. Rojo y azul.
Corrientes opuestas. Lo que entra y lo que sale.
Puerta de la totalidad.
***
Bendito sea
el vientre primordial,
que gesta la Vida.
Bendito sea cada vientre
que es espejo Suyo.
Bendita la criatura que nace
y la madre que muere.
Bendita la madre que nace
y la criatura que muere.
Porque muerte y vida
son una y la misma cosa,
o no son nada.
Cada una
es su propia partera,
su propia madre
y su propia criatura.
Y al final
todas nacemos al Ser.
Cada una lleva en sí
el hilo de Ariadna
que la puede sacar de este laberinto.
¿Cuál es el tuyo?
***
Recomendados del círculo:
- La ruda es buena medicina para el útero, para limpiarlo, estimularlo y fortalecerlo. También facilita la menstruación. Se consigue en cualquier yerbatería y se puede tomar en infusión. Sus flores amarillas también lucen bien en cualquier espacio.
IMPORTANTE: No recomendada para mujeres en estado de embarazo o que quieran estarlo pronto. - Mañana lunes 20 de noviembre (2017) iniciará un ciclo de 21 días de Respiración Ovárica, Alquimia Femenina, una meditación mundial que se comparte online cada año. Esta vez el tema es Sexo, Amor y Conciencia y el lema: Pensar bonito, para sentir bonito y crear bonito. En palabras de sus creadoras: «Es una meditación sencilla, sólo necesitas treinta minutos al día durante 21 días. El hacer esta meditación durante 21 días te llevará en un viaje profundo que comenzará con la luna nueva, lo cual hará que tu energía tenga una gran depuración. Poco a poco habrá más énfasis en el crecimiento y la expansión, a la vez que se van reunificando tu sexualidad con tu corazón y tu mente, al ritmo que crece la luna en el cielo». Está dirigida tanto a mujeres como a hombres y estará disponible gratuitamente online entre el 20 de noviembre y el 12 de diciembre de 2017. Para recibir la meditación es necesario inscribirse AQUÍ.
Si quieren saber más sobre esta meditación, la página de Respiración ovárica es: https://respiracionovarica.com - El domingo 3 de diciembre (2017) será la siguiente y ya tradicional Bendición de Útero creada por Miranda Gray. En esta ocasión se reunirá un solo círculo en cada ciudad. Aquí en Bogotá será en el Parque de Los Novios (calle 63 más abajo de la treinta) desde las 11am. La bendición en sí es a la 1pm, pero habrá varias actividades previas y posteriores. Encuentran más detalles en el evento de Facebook.
- Libro: Mujer deseada, mujer deseante. Las mujeres construyen su sexualidad (Danièle Flaumenbaum). «La Dra. Flaumenbaum, ginecóloga, psicoanalista y especialista en medicina tradicional china, presenta en este libro las claves que ayudarán a las mujeres a comprender su sexualidad y las animarán a su exploración gozosa en el marco de una relación en la que la intimidad compartida con el otro miembro de la pareja resulta fundamental».
- Y de regalo, les comparto la canción Para crear mujer de Inés Lolago, para que nos inspiremos: