Círculo de historias sobre abortos
Círculo cuadragésimo
Dos días después del Solsticio, Verano del Año del Caballo de Madera {2014 E.C.}.
En la casa de Ana.
Círculo de historias sobre abortos.
Antes que nada, quiero agradecer a todas las mujeres que asistieron al último círculo para compartir sus historias personales sobre el aborto. Como lo dije al final del encuentro, siento que los temas «prohibidos» socialmente —esos de los que nunca hablamos— lo que hacen generalmente es tapar, bajo una capa de indiferencia e ignorancia, una herida abierta que afecta a toda la sociedad. Al ser el aborto un tema tan oculto, pocos se percatan de lo cerca que lo pueden tener en sus vidas, de lo tejido que puede estar en nuestra cotidianidad. Si indagamos lo suficiente, es muy probable que todos tengamos un caso de aborto cercano, incluso en la propia familia o en nuestro círculo de amigos.
Muchas de las historias compartidas el lunes no eran experiencias de abortos en primera persona. Eran historias de conocidas, familiares, parejas y amigas que habían abortado. Y sin embargo, eran historias que nos tocaban muy profundamente. Casi siempre un aborto se calla, consecuencia {o quizás causa} de ser un tema difícil, incómodo y polémico. Probablemente la razón más pragmática de ello sea el hecho de que en muchos países el aborto voluntario todavía es ilegal {en Colombia sólo se permite en tres casos excepcionales}, y algo ilegal es necesariamente clandestino.
Además, al ser una situación límite tan íntimamente relacionada con la vida y la muerte, también es un asunto que concierne a cuestiones muy profundas relacionadas con aspectos más borrosos y abstractos de la vida humana, como pueden ser la espiritualidad y el sentido de moralidad. Esto genera miradas y posturas diversas: desde quienes lo condenan en todos los casos como algo reprobable, hasta los que piensan que cada mujer debería ser libre de decidir si desea ser madre y se le deberían facilitar los medios para interrumpir sin riesgos un embarazo si así lo desea. No conozco hasta ahora a nadie que aliente el aborto {lo que es distinto de defender la decisión de las mujeres que abortan: defender no es aplaudir}. Es, en general, una situación dolorosa y no deseada, que suele estar acompañada por un gran componente de desaprobación social. Lo que me parece más curioso {¿quizás más diciente?} es que la desaprobación social se da incluso cuando los abortos son espontáneos: entonces se minimiza o incluso se niega la pérdida de la madre, esperando que se sobreponga rápidamente, o que no manifieste dolor por un hijo que no llegó a conocer. No existe un duelo reconocido socialmente para los no nacidos. Es un tema del que se habla poco dentro de las familias, si es que se habla. Es preferible ocultarlo o negarlo: como dije, es un tema incómodo. Sí, es incómodo que una mujer no logre dar a luz. Se espera que una madre sea capaz de concebir, gestar, parir y criar a sus hijos, en una imagen de perfección que llega al extremo de asociar la maternidad con la entrega y el sacrificio a toda costa.
Así pues, un embarazo que no se completa es para la mujer una especie de discapacidad no nombrada, un defecto. Y una madre que aborta espontáneamente puede desarrollar así sentimientos de culpa por su propia incapacidad de ser madre. Empieza a preguntarse qué es lo que está haciendo mal, qué hay de malo con ella, por qué ella no puede dar a luz como las demás. Empieza a sentirse culpable. Igualmente, la culpa asociada con un aborto inducido recae principalmente en la mujer que lo vive {aunque también las personas cuyas acciones posibilitan que las mujeres puedan abortar comparten alguna parte de esa «culpa», que la sociedad es tan rápida para repartir}. La mujer que aborta puede ser culpada «por no asumir las consecuencias de sus actos», «porque ella se lo buscó», «porque ella no es nadie para decidir sobre una vida que no es suya», porque «sólo Dios tiene potestad sobre la vida», «por ser una insconsciente», «porque ha debido cuidarse», o simplemente porque «debería aprender a asumir la vida como viene, con todo lo que trae», diciendo esto como si el aborto fuera la «salida fácil».
Pero no creo que abortar sea una decisión fácil para ninguna mujer. Para muchas es probablemente la decisión más difícil que hayan tenido que tomar en sus vidas. No voy a iniciar aquí una discusión sobre si las mujeres deberían o no abortar, ni tampoco quiero presentar una prédica espiritual sobre la naturaleza de la vida y la muerte en estas circunstancias o las implicaciones metafísicas del aborto. Quizás me abstengo de hacer todo esto por la misma razón: creo que la decisión de abortar para una mujer es tan personal e intransferible como la propia postura frente a la espiritualidad. Cada uno decide y sabe lo que cree, cada una decide cómo actúa y sabe por qué lo hace. Quizás las creencias y los actos estén relacionados, pero incluso creo que la manera en que se relacionan para cada uno es también una cuestión personal. Punto.
En cambio, me gustaría explorar esa culpa que se pone sobre los hombros de las mujeres que abortan, sea que lo hagan voluntariamente o no {pues creo que ambos casos tienen similitud}. Los últimos tiempos nos están mostrando la inmensa cantidad de culpa que las mujeres llevamos cargando desde hace varios milenios en nuestro costal y creo que ya vale la pena ir cuestionando el contenido de ese costal.
Quiero atreverme a afirmar aquí algo que quizás suene polémico pero que a mí me parece bastante obvio: una mujer feliz no decide abortar. Cuando eso sucede, siempre hay algo doloroso detrás, algo que por lo general se traduce en miedo frente a alguna circunstancia de su entorno: miedo al futuro, miedo a no ser capaz, miedo al rechazo social, miedo al rechazo de la pareja, miedo al rechazo de la familia, miedo al qué dirán, miedo a cerrarse puertas, miedo a ser incapaz de mantener a su hijo {o de mantener a otro hijo}, miedo a ser incapaz de criarlo bien, miedo a echar a perder su vida {o al menos miedo a perder el control sobre ella}, miedo a renunciar a sus sueños, en fin… Todas son situaciones en las que claramente la mujer no se ve feliz teniendo un hijo, no se ve apoyada, no se siente capaz. Quizás una mejor política para reducir los casos de aborto sea mejorar sustancialmente el apoyo y las condiciones de vida de todas las mujeres que quedan en embarazo en vez de penalizar y relegar al ostracismo a las que deciden interrumpirlo.
Cabe preguntarse también cuántos miedos pueden haber influido en una mujer que ha tenido un aborto espontáneo, pues los seres humanos tendemos a somatizar, esto es, convertir nuestras emociones en enfermedades, bloqueos y problemas físicos. Aunque esto sea sólo una conjetura, habría que explorar cada caso individual, las circunstancias específicas de cada mujer, su entorno social y familiar, sus planes y sueños, sus experiencias pasadas, su historia familiar… {es sorprendente, por ejemplo, cómo las historias familiares muchas veces trascienden las generaciones y se repiten en los nietos y bisnietos de quienes las vivieron}. Pero justamente por aquí creo que llegamos a uno de los meollos de la cuestión: una mujer no es una isla. Ella forma parte de una familia, de una comunidad, de un entorno social, de un mundo… y estas intrincadas redes no siempre están bien tejidas. De hecho, en nuestra sociedad están cada vez más rotas.
Si una mujer decide tener hijos, está prácticamente sola en su intento. Si tiene la fortuna de mantener una pareja a su lado para que vele por su cría, de todos modos ambos van a la deriva. Sobre los padres recae toda responsabilidad por los hijos, la de su sustento, la de su crianza, la de su salud y su educación. El sistema escolar brinda una ayuda flaca más allá de ser la guardería donde mantienen quietos a los niños mientras los padres trabajan para poder pagarla, con horarios y calendarios que ni siquiera son compatibles entre sí. No hay una comunidad de apoyo, no hay redes de crianza, no hay espacios de confianza para que los padres puedan descargar algo de sus responsabilidades. Eventualmente se tiene el apoyo de los abuelos, pero incluso ese apoyo es limitado. No existe esa tribu que las sabias parteras dicen que hace falta para criar a un ser humano. Y si encima consideramos que buena parte de las mujeres que deciden abortar no tienen una pareja estable a su lado, ya nos podemos ir haciendo una idea de la clase de miedos relacionados con la maternidad con los que se tienen que enfrentar.
Entonces, antes que preguntarnos sobre la validez moral o ética de abortar o no, tendríamos que preguntarnos por qué una mujer tendría que tomar una decisión tan radical: ¿En qué circunstancias se encuentra? ¿Tiene el apoyo de su familia? ¿Se siente sostenida por su entorno, por su comunidad? ¿Se sabe poderosa {empoderada}, capaz de alimentar y sostener a sus criaturas tanto como a sí misma? ¿Sabe que aunque emprenda el camino de la maternidad tendrá la oportunidad de crecer, desarrollarse y prosperar en otros aspectos de su vida como mujer? ¿Tiene a su lado una compañía estable, amorosa, que se hará responsable de su prole cuando haga falta? ¿Tiene a su lado suficiente apoyo comunitario que la releve en sus tareas y se haga cargo de ella y de su hijo cuando se sienta física o emocionalmente agotada? ¿Tiene la seguridad de que su hijo, o hijos, tendrán alimento, educación, vestido, un lugar digno para vivir, buena atención sanitaria, una compañía amorosa y una guianza responsable, incluso cuando ella falte?
Me parece que la respuesta a la mayoría de estas preguntas es negativa incluso para las mujeres que sí han decidido ser madres en nuestros tiempos, y creo que por ello su valentía es encomiable. Pero si bien el aborto no es algo de lo que ninguna mujer se sienta orgullosa, las mujeres que deciden hacerlo merecen también todo mi respeto. A ellas quiero decirles que la decisión que tomaron se formó por innumerables factores que no les conciernen únicamente a ellas. Creo que no es enteramente su responsabilidad, y creo que no debería recaer sobre ellas esa inmensa culpa que se asocia al aborto. Así como son múltiples las causas {tanto físicas como psicológicas} que a veces impiden que un embarazo deseado llegue a término, creo que en el caso de los abortos voluntarios hay que considerar todos los factores que impiden que una mujer se sienta preparada para ser madre. Creo que en ambos casos {en el aborto espontáneo tanto como en el inducido} el útero que recibe a la semilla fecundada no puede sostenerla. En el primer caso el cuerpo físico que contiene al útero no se encuentra bien, hay un factor médico que impide la gestación; en el segundo caso es el cuerpo social que contiene a la mujer-útero el que no se encuentra bien. Somos un útero dentro de otro útero dentro de otro útero. Si alguno de ellos no está bien, aunque no sea nuestro útero físico sino nuestro útero-sociedad, es muy factible que se produzca un aborto {y no sobraría preguntarse aquí en qué medida el malestar de ese útero social influye también en el útero físico de las mujeres que tienen abortos involuntarios}.
Ahora, quisiera dejar algo planteado aquí. Nuestro cuerpo es un sistema complejo, que depende de muchos factores para su buen funcionamiento {alimentación, genética, hábitos, salud emocional, salud mental, actividad física, condiciones ambientales, entorno social, historia familiar, etc., etc.}. Podemos intentar hilar estos factores con cada una de nuestras patologías, pero a veces no los entendemos y no encontramos una explicación para lo que nos pasa. Está bien. No tenemos que entender todas nuestras patologías. No tenemos que hallar el extremo de todas las madejas. Como dice Erika Irusta, de El Camino Rubí: el cuerpo es opaco, es materia densa, es oscuro. No siempre lo vamos a comprender. No siempre podremos trazar una línea inequívoca entre los efectos y las causas, entre los síntomas y los orígenes profundos. No siempre podremos sanar a nuestro cuerpo, o cambiarlo. A veces requiere mucho más tiempo del que querríamos. A veces no nos alcanza toda la vida. Lo mejor que podemos hacer es aceptarlo y observarlo. Aprender a escucharlo, poco a poco, aprender a llevarnos bien con él, de la mejor manera que podamos. Como dos amigos que poco a poco entran en confianza, y cualquier día de lluvia se cuentan un par secretos. Encontraremos pistas si aprendemos a observar sin forzar. Todo a su debido tiempo.
En cualquier caso, creo que ninguna mujer debería sentirse culpable por un aborto, haya sido o no voluntario. La culpa es un sentimiento dañino que nos convence de que hay algo mal en nosotras cuando no es verdad. Cada quien actúa siempre, en cada caso, de la mejor manera posible en ese momento, aunque la perspectiva de los años le haga ver sus limitaciones pasadas. Hacemos lo mejor que podemos. No somos perfectas, ni nacimos sabias. La vida no es tan sencilla como nos gustaría. A veces pasan cosas que no nos gustan. A veces pasan cosas que no esperábamos. Creo que los factores que influyen en la interrupción de un embarazo son complejos y tienen raíces mucho más profundas de lo que este mundo quiere reconocer.
El aborto no es un asunto individual, es una situación que nos atañe a todos como comunidad. Una mujer que decide abortar es un cuestionamiento al acuerdo social sobre la maternidad, es una crítica a las profundas deficiencias que existen a la hora de sostener a las nuevas madres y a las nuevas generaciones, es un síntoma de que el tejido social está profundamente deshecho. Creo que una mujer feliz, rodeada por un entorno seguro y saludable, apoyada por una pareja, y sostenida por una comunidad amorosa y abundante, no renunciaría a esa envidiable experiencia que es la maternidad. Cuando menos, se lo pensaría diez veces más.
Todas estas son cuestiones delicadas y, como dije al principio, incómodas de ser tratadas. Estos son temas de los que la gente prefiere no hablar. Justamente por eso me parece importante hablarlos, empezar a traer a la luz las historias ocultas que no se ventilan al interior de las comunidades. Pues callar el dolor y ocultar lo que nos hace daño sólo nos hace más vulnerables, más propensos a recibir más daños y abrir nuevas heridas.
El círculo de historias del lunes fue apenas un intento por empezar a abrir una brecha para traer aire y luz sobre un tema muy oscuro y tapado. Si bien fue ofrecido como una apertura a la medicina que la abuela Matilde y su hijo Alex están compartiendo para ayudar a las mujeres que necesiten acompañamiento para sanar este difícil duelo, creo que el enfrentamiento que cada mujer debe hacer con su propia historia y su propia manera de sanarla {incluso la decisión misma de abordarla o no como un proceso de sanación} es enteramente personal. Cada una sabe cómo se siente al respecto y lo que necesita.
El círculo de historias entre mujeres se convoca para que podamos abrir el corazón y compartir nuestra experiencia en un espacio de completa igualdad, respeto y confianza. La intención siempre ha sido ayudar a que todas puedan sacar su voz, y que todos puedan compartir lo que tengan para compartir. No es un espacio para juzgar u opinar sobre la actuación ni las decisiones de nadie, pasadas o futuras. Tampoco es un espacio que quiera alentar ninguna orientación espiritual o mística {pues, como lo dije al principio, creo que la espiritualidad es un asunto enteramente personal e intransferible, y cada persona sabe qué es lo que resuena cierto dentro de su corazón}.Agradezco el respeto de todas al permitir que cada uno de los presentes expresara lo que necesitaba expresar en cada momento. Justamente, se trata de escucharnos y permitir al otro hablar, aunque no estemos de acuerdo con lo que escuchamos.
En el tiempo que llevo convocando los círculos de historias he procurado que se centren precisamente en las historias personales de quienes van a compartirlas, pues he visto que es la experiencia directa, narrada con sus emociones y sus particularidades individuales, lo que nos permite encontrar un punto común en nuestro ser humanos, lo que nos permite hermanarnos. Quizás la propia vivencia es lo único de lo que cada uno puede hablar con verdadera propiedad. Quisiera que en este pasado círculo hubiera sido más fácil profundizar en las historias, en las circunstancias y sentimientos que rodearon cada experiencia. Sólo puedo decir que, al igual que las mujeres, los círculos están en constante cambio, crecimiento y aprendizaje. Nunca son «perfectos», y quizás esto se hace más evidente cuando se tocan temas tan delicados como este. Quizás el hecho de no hablar nunca de estos asuntos los hace más complejos de manejar cuando por fin se hablan.
Con todo, creo que fue un encuentro de un incalculable aprendizaje para todos y agradezco todas las palabras, presencias, lágrimas, risas y silencios compartidos en él. Fuimos veintiún personas entre mujeres, hombres, abuelas, abuelos y niños, compartiendo cada uno su experiencia y su visión sobre el aborto, haciendo colectivo y comunitario un tema que suele relegarse al ámbito de lo privado y lo secreto. Agradezco a Ana, a Cato y a Ananda por compartirnos tan amorosamente su enorme sala, su cálida chimenea y su hermosa familia. Agradezco a Alex y a la abuela Matilde por su acompañar y su chicha dulce para endulzar las palabras y los corazones para un amoroso compartir. Agradezco a Sakrey su presencia y su silenciosa fortaleza para sostener y escuchar. Y, de nuevo y muy especialmente, agradezco a todas las mujeres que nos compartieron su experiencia y nos abrieron su corazón para hermanarnos en las múltiples experiencias y recordarnos que el dolor de una es el dolor de todas. De ñapa, les dejo esta cita de Frida Kahlo que casualmente encontré hoy y creo que viene a cuento…
“No reniego de mi naturaleza, no reniego de mis elecciones, de todos modos he sido una afortunada. Muchas veces en el dolor se encuentran los placeres más profundos, las verdades más complejas, la felicidad más certera. Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo, que sólo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mí misma que he podido.”
Frida Khalo, Diarios.
La sección de comentarios está abierta para quien desee compartirnos su sentir sobre este tema. También pueden hacerlo escribiéndome a info@mujeresencirculo.org.
Resta decir que el círculo se mantiene siempre abierto para todas aquellas que deseen regresar, y también está abierta la invitación para cualquiera que desee proponer un círculo de historias personales {con o sin tema} en su casa o en un espacio amigo que conozca. Basta con reunirnos a contar historias personales. Abrazos inmensos para todas y ¡que sigamos circulando!
Algunas lecturas sobre el aborto para quienes quieran abrir su perspectiva sobre este tema:
La cuestión del aborto: una búsqueda de respuestas. Entre la «vida» y la «elección». Carl Sagan. Artículo publicado en el último libro que escribió este brillante científico, donde explora algunas preguntas esenciales e insolubles sobre las cuestiones profundas, éticas, morales y científicas, que rodean a la interrupción de un embarazo.
Nosotras somos las que abortamos Artículo publicado en el blog La Carpa Roja donde se presentan algunos testimonios de mujeres que han abortado con la esperanza de «sensibilizar a la gente y construir otras formas de pensar, no reaccionarias, no moralinas, no machistas».
Decidir nos hace libres Plataforma de colectivos españoles que trabajen en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y su libertad y autonomía para decidir sobre su maternidad.
Sobre el aborto Artículo que reflexiona sobre las decisiones que llevan a las mujeres a abortar y sobre las implicaciones sociales de este tema.
La Mesa. Por la vida y la salud de las mujeres Portal con información sobre los aspectos legales del aborto en Colombia.
Abortion Conversation Project (en inglés). Este proyecto busca desestigmatizar el aborto a través de conversaciones abiertas y honestas sobre el tema, así como visibilizar las complejidades de la decisión de abortar haciendo públicas las experiencias de mujeres que han pasado por esta situación.
Life choices. The teachings of abortion (en inglés). En este blog, Linda Weber busca abrir una conversación abierta sobre el aborto que permita eliminar las falsas dicotomías sobre el tema, la enorme desinformación y estigma que lo rodean y sacar a la luz los aprendizajes y crecimiento que esta experiencia puede traer.
Hermosas encantada de conocer este bello salón virtual de amor, llegó a mis manos el calendario menstrual en circulo, tengo una versión muy reducida….por favor pueden copiar a mi correo el formato imprimible para ampliar y difundir…se garantiza la impresión con derechos de autor…Bendisoles desde el bello territorio Kumanday_ Manizales!!!