Círculo ceremonial de mujeres en la Luna Nueva de Otoño: Pichaykilla
Círculo vigésimo quinto.
Tarde del 15 de septiembre del Año del Dragón 2012.
Círculo ceremonial alrededor de la Chakana (Cruz del Sur),
en la Luna Nueva de Otoño (Pichayquilla), por la armonía.
¿Dónde fue? En el patio de la casa de Laura (Bogotá).
¿Cómo se convocó?
Encuentro ceremonial en la Luna Nueva de Otoño. Honrando la guía de la Chakana (Cruz del Sur).
Esta es una ceremonia convocada por Samai, una chica que está ahora en Bolivia y que recibió un mensaje de las Abuelas Ancestrales en el Lago Titikaka para convocar estos círculos sagrados y así ayudar a despertar las energías femeninas del planeta, equilibrarlas con las masculinas y, en sus propias palabras, “aportar la Luz de su alma femenina para la renovación de la conciencia humana y nuestra relación con todas las demás expresiones de vida… Una ceremonia simple, amorosa, lúdica, expansiva, transformadora y maravillosa que TODAS pueden hacer”.
Copio abajo la invitación que ella está difundiendo por redes sociales…
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“Este es un rezo encomendado por las Abuelas Ancestrales de un lugar muy poderoso en el Lago Titikaka… medicina para impulsar y sostener el cambio de conciencia en la humanidad… moviéndola de la conciencia lineal a la conciencia circular.
Cada Círculo levantará el rezo en un lugar de poder en el área donde estén…, si hay lugares de poder ‘oficiales’ pues bárbaro… y si no hay se consagra cualquier espacio en la Naturaleza, que es poderosa continuamente. La idea es que hayan MUCHOS Círculos ceremoniando, aunque sean Círculos pequeños…, en vez de un enorme Círculo que nos junte a todas. Para este rezo, la cantidad de Círculos importa.
En el hemisferio sur estaremos en la fuerza de la Primavera, la Pawqarkilla (Luna del Florecimiento)… y el rezo es el renacimiento, ceremoniando por la armonía en las relaciones…, la relación de cada ser consigo mismao, la relación entre miembros de la misma especie, la relación inter-especies, la relación inter-Reinos… y especial-mente/corazón la relación entre mujeres, que somos las que vamos a sostener el rezo durante todo el proceso de transición. Levantamos el rezo por la Familia, levantamos el rezo por la Hermandad.
En el hemisferio norte (Colombia) estaremos en la determinación del Otoño, la Pichaykilla (Luna de la Renovación)… y el rezo es la limpieza de lo que ha demostrado no servir, la renovación…, ceremoniando para retirar del inconsciente colectivo los ingredientes que nos alejan de tejer-nos en respeto, cariño y armonía…, entre humanaos y con los demás Reinos.
Pawqar, Pichay, Killa y Chakana son palabras quechuas. Pawqar quiere decir florecimiento, colorido…; Pichay quiere decir barrer, sacar lo que ya no va…, Killa es la Hermana Luna y Chakana (conocida como la Cruz Andina) y quiere decir puente, algo que posibilita la conexión.
En la Luna Nueva estaremos ceremoniando puras mujeres…., sirve que seamos mujeres en la claridad y disposición de honrarnos, cuidarnos y apoyarnos mutuamente. No sirve, por ningún motivo, que en esos días enganchemos en grescas entre nosotras, porque echamos a perder todo el rezo. Y por lo mismo, hay una preparación sugerida…, así como hay un diseño ceremonial de base, y a esa base cada Círculo le suma lo que siente que sirve y aporta.
Y en Luna Llena (Sábado 29|Septiembre) estaremos ceremoniando mujeres y hombres…, levantando el rezo por el tejido armonioso, amoroso, respetuoso entre ellas y ellos… en todos los roles (materno, paterno, hijaos, pareja, amigaos, compañeraos de trabajo, etc.).
Hermosas…, sintiendo que SI hay un propósito GRANDE detrás de este llamado…, y pues puro celebrando los tilines que sientan en su útera-corazón, porque es señal de que también atierrizaron en este tiempo para aclarar, despejar y apoyar el camino en esta novedosa ‘zona de transición’ por la que estamos atravesando como humanidad y como vida planetaria”.
Algo sobre el círculo
Quizás todavía no sé decir bien lo que pasó esa noche. Esto pasa con las ceremonias, las que nos hacen sentir la sacralidad de las cosas. Al principio crees que es un juego, que no pasa nada. Pero algo pasa, aunque no sepas decir qué, y te puedes dar cuenta en la ceremonia o después. El tema es que algo pasa.
Al menos, que esa noche hicimos magia. Entre todas fue mucho más fácil prepararlo todo. Y aunque yo me retrasara, las bellas que llegaron más puntuales se encargaron de adelantar las tareas. Lista la chakana, bastaba con definir en dónde se ubicaban los objetos. Fuego al sur (donde está la máxima solar, cerca del ecuador terrestre), Tierra al norte (donde están los hielos eternos), Agua al oriente, que es donde Bogotá tiene sus mayores reservas hídricas y porque, dado que hay dos cordilleras que nos separan del Océano Pacífico, el Atlántico es nuestro océano más «accesible». Aire, por tanto, al occidente. Los cuatro elementos que nos componen, cada uno representado por objetos de su naturaleza, tabaco, velas y cosas combustibles para el fuego, inciensos y hojas al viento, plantas y flores de la tierra (custodiadas por una abuelita venida directamente del Lago Titikaka) y muchas botellitas de agua.
Afuera de la cruz, en los nueve reinos estaban representados toda clase de seres: los de dentro de la tierra, muchos cuarzos y piedras sacadas de abajo; los elementales, hadas, gnomos, salamandras y ondinas; los minerales, piedras preciosas, metales, sal; los vegetales, plantas, flores y frutas; los animales, leones, cocodrilos, manatíes; los mamíferos, delfines, gatos, micos y elefantes; libros, tejidos, y una campana tibetana representaron nuestro reino noosférico; y en el extraterreno: una estrella, algunos extraterrestres, la representación de la luna negra (una obsidiana circular), junto a la que dejamos también a la hermandad femenina (una copa con roja agua de jamaica, representación de nuestra luna).
El fuego en el centro, que es también el quinto elemento (¿el éter?) y el reino interior, el que nos permite conocer y apreciar a todos los demás reinos, o mejor familias, o hermandades. Un espejo que entró el último al círculo, para verlo todo, recordaba también este reino interior.
Una meditación inicial, que resultó ser otra, salida del corazón y dictada directamente por la Pachamama a través del fuego, acompañada del latir de un tambor que necesitaba ser escuchado.
Saludos, cantos y agradecimientos a todas las entidades, seres, espíritus y energías que nos acompañaban esa noche. A las siete direcciones, a los cuatro elementos, a la luna nueva. Con una danza sufi en árabe le cantamos y le danzamos a la unidad de dios, que somos todos. Un mantram cantado en tantos tonos y velocidades como mujeres, que nos demostró, al cabo de un par de minutos, lo sencillo que era lograr la armonía, y que era mucho más hermoso escuchar las voces tan distintas de todas que tratar de imitar todas una sola voz. Unidas en la diversidad. Hermanas en la diferencia.
Nuestros rezos desterraron a través del fuego nuestros miedos, inseguridades, tristezas, rabias, dolor, soledad… tantas como mujeres, como otros seres y familias que hablaban a través de sus rezos. Nuestros rezos atrajeron amor, paz, belleza, tranquilidad, confianza, hermandad, alegrías… porque las mujeres no queremos «tomarnos el poder». Lo que queremos es un mundo mucho más hermoso para todos, más bonito de ser vivido, más amable con todos, más compasivo.
En unidad cantamos, rezamos, decretamos, tejimos, hermanamos. En unidad fuimos conscientes de nuestra sabiduría colectiva. En unidad saludamos a los nueve reinos, y la chakana nos enseñó que todo cabe dentro de un círculo, que todos pueden estar contenidos allí, sostenidos y protegidos por la cruz de cuatro brazos iguales, las cuatro direcciones, los cuatro elementos, las cuatro razas de los hombres. El tema es que todos estamos unidos en ese mismo mandala y lo que le sucede a cada uno nos sucede a todos.
Por eso mismo, lo que sana cada una lo sana también para todos. Así el rezo es sostenido por las acciones personales de cada una. Salvar el mundo, sanarlo, es una cuestión personal. No se trata necesariamente de una gran cruzada que mueva a muchas almas. Cada vida, si vemos las implicaciones de todos nuestros actos, toca decenas, quizá cientos de vidas, muchas de ellas de manera significativa y no tangencial, como pasa muchas veces con las protestas o las revoluciones ideológicas. Pero si nos preocupamos por cambiarnos a nosotras mismas, si somos capaces de vivir bien nuestra vida, eso será una implicación directa y profunda en decenas o cientos de vidas alrededor nuestro. Cuando ellas sanen, serán cientos o miles las que resulten implicadas. Para la séptima «generación», ya habremos afectado al mundo entero. No sabemos de lo que somos capaces. Y no lo sabremos hasta que decidamos que ya estamos listos y somos capaces {una decisión que no depende de nadie distinto a ti misma}.
Diecisiete hermosas nos acompañaron esa noche a celebrar la Luna Nueva en nuestras vidas (si me faltó listar a alguna aquí, fue sin intención, avísenme para incluirla): Adriana Carolina, Adriana Marcela y Adriana 😉 , Ana Mercedes, Diana Alejandra, Edith Yaniry, Judith, Laia, Laura, Mónica, Mónica Viviana, Nany, Pilar, Sandra y Ana Laura (sí, la cuenta no me cuadra, me faltó listar a una…). Cuatro no lograron llegar, pero estuvieron acompañándonos desde su pensamiento y su corazón. Gracias a todas las presentes por su generosidad, ayuda y compañía para este rezo.
El círculo fue abierto, pero no quebrado.
El amor de la Diosa está en nuestro interior.
Feliz encuentro, feliz partida…
Para un feliz reencuentro.