Sueño de luna nueva para todas las mujeres
[Este sueño lo soñé una noche antes de la luna nueva de agosto del año de la Cabra de Madera -2015-, tres noches antes de mi propia luna].
Estoy en un parque, de noche, caminando con un grupo de gente, amigos y no tan amigos. Encontramos una torcaza herida. Es más pequeña que una paloma. Le han cortado el pico y parece que no puede volar, se ve herida e indefensa. Alguien me la señala o me la entrega.
Un poco por presión social, tomo a la torcaza y me la guardo dentro de la chaqueta, junto a mi pecho y la presiono suavemente con mi brazo izquierdo. Ella quiere escapar, está asustada. Las puntas de sus alas son duras; me pinchan y me duelen, pero no hacen daño, solo son molestas. Pienso que se calmará con el calor de mi cuerpo y con la oscuridad, pero se mueve todo el tiempo, insiste en escaparse.
Viene un perro grande, negro, como un dóberman, a husmearla amenazante. Lo espanto. No sé qué haré con ella, está muy maltrecha, necesitará muchos cuidados. Y no deja de moverse, es incómodo llevarla ahí. Pero ya veré más adelante lo que haga, por el momento me olvido de ella, en ese momento me preocupan otros asuntos más importantes que no narraré aquí.
Por una serie de circunstancias, mi grupo se va, se llevan a mis amigos y me quedo sola, desconsolada, en ese parque oscuro lleno de gente extraña. Alguien me dice «Por ahí no», y más adelante veo a un grupo de hombres jóvenes, vestidos como los personajes extravagantes de la Naranja Mecánica, pero oscuros, de negro. Amenazantes. No parece un buen camino, entonces sigo por otro lado.
De todos modos empiezo a encontrar hombres que me amenazan, grupos pequeños, pero no tan amenazantes como los primeros. Tratan de atacarme, me persiguen, tengo que correr por trechos, huir de un lado a otro, están por todo el parque. Mientras, llevo la torcaza todo el tiempo bajo mi chaqueta, presionada con mi brazo izquierdo. Me pica, me molesta, es difícil correr con ella, siento que se va a salir en cualquier momento. La había olvidado hasta ahora, pero ya no puedo ignorarla, es difícil llevarla allí. Cuando no lo soporto más, renuncio a salvarla, la saco y la lanzo hacia adelante, quiero que se vaya, no me importa más lo que le pase. Antes debo salvarme a mí misma.
Y sucede algo increíble: la torcaza aprovecha el impulso que le doy al lanzarla y vuela… ¡abre las alas y vuela! Crece ante mis ojos y se convierte en un gran pájaro, muy grande, más grande que una persona. Se detiene en el aire, como a diez metros del suelo frente a mí y se vuelve, es como un gran pájaro de metal, ancho, gigantesco. Quizás es un águila, pero no un águila de carne y plumas, sino la representación de un águila, como una buena ilustración pero en tres dimensiones. Es grande y pesada, como un tanque de hierro, imponente. Ya no le falta el pico, que ahora es grande y poderoso, curvado hacia abajo.
Se detiene en el aire, se vuelve y dispara algo por el pico o por los ojos —no estoy segura— que deja a mis perseguidores fuera de combate. No sé si los mata, pero los deja en el suelo, abatidos, y dejan de perseguirme. La escena me maravilla. ¿Esta es la torcaza débil y herida que guardé bajo mi chaqueta pensando que se moriría?, ¿que no sabría cómo cuidarla en los próximos meses, cómo alimentarla sin pico y mantenerla viva? ¿La que pensé que quedaría inválida de por vida y permanentemente dependiente de mí? Y ahora es ese gran pájaro que me salvó la vida y que claramente ya no me necesita. Casi no puedo creerlo, si no lo estuviera viendo allí, en el sueño.
Luego ella se va, o me voy yo, no sé, pero no vuelvo a verla más. Sigo caminando por el parque, pero empiezo a sentirme diferente. Algo cambió en mí. Me siguen amenazando pero ya no me dan miedo, me siento fuerte, les planto cara. Yo también los ataco, me defiendo. Los golpeo con mis brazos, o los neutralizo, ya no les permito hacerme daño ni asustarme. Empiezo a caminar con más seguridad, me siento fuerte.
Luego vuelvo al sitio solitario donde vi a los primeros que me amenazaron, siguen ahí. Me ven y vienen a atacarme. Pero estos sí que me dan miedo, son diferentes, están en un lugar apartado de los demás, están en grupo y tienen esas máscaras intimidantes. No recuerdo bien, creo que empiezo a huir de ellos, ahora sí me siento amenazada. Corro un rato, ellos me persiguen y entonces recuerdo a la torcaza. La torcaza que estaba herida pero que luego ya podía volar, y volando era fuerte y poderosa. Algo crece en mí, quizás es mi autoconfianza o mi valor; crece mientras corro, mientras huyo. Y decido que yo también puedo volar.
Voy corriendo por el pasillo externo de un edificio, una construcción alta, lo bastante alta como para hacerme daño si caigo de allí. Salto sobre un borde, es un salto alto. No sé bien a dónde iré a dar pero creo en mí y entonces vuelo. No caigo sino que vuelo, ya no me haré daño y ya no pueden alcanzarme. Sé que no vuelo mucho tiempo, apenas un trecho, pero es suficiente para saber que puedo hacerlo. Ya no soy la misma, ya no pueden tocarme. Esto me salva y me sana. Ya soy otra, ya creo en mí.
Sigo caminando por el parque, pero ya sin temor. Nadie vuelve a amenazarme, y si lo hacen les planto cara y ya no me hacen daño, me dejan en paz. Ya no pueden meterse conmigo. Empiezo a olvidarme del dolor y la tristeza que sentía, empiezo a olvidar que perdí a mis amigos. Ahora camino por explorar, por ver qué me encuentro, atenta al momento presente. Empiezo a conocer gente, a relacionarme con otros. Mujeres, sobre todo; me llaman mucho la atención las mujeres. Cruzo palabras con varias y sigo caminando.
Voy hablando con muchas mujeres mientras recorro el parque. Todas tienen alguna dolencia, algo que les molesta físicamente, algo que no funciona bien. Las miro y veo que todas son hermosas, poderosas, que podrían sanarse si lo quisieran, si creyeran en ellas, así como yo lo hice. Que todo es cuestión de creer en su poder, en las capacidades que ya tienen, y lanzarse al vacío con la convicción de que pueden volar. Quisiera decírselo a todas en mi sueño pero todavía no tengo las palabras, no sé bien cómo hacerlo.
Entonces me despierto, y siento la necesidad imperiosa de escribirlo y ahora que lo tengo escrito, creo que la mejor forma de comunicarle ese mensaje a otras mujeres es compartir aquí esta historia. Espero que les inspire a encontrar el valor para creer. Para creerse y lanzarse a volar.
Bonita noche de luna nueva-creciente.
sonia que sueño mas hermoso e inspirador.
Sí, Yaneth. A mí me impresionó bastante. Qué bonito poderlo compartir aquí con utedes…
?, entré a ver y me va de perlas la historia en este momento en que mi familia está tan lejos y percibo varias condiciones como adversas… Un abrazo fuerte pa’ ti!