No soy guerrera
Ansiedad pre-mudanza al campo. Una, dos semanas antes.
Todas las voces que viven en mi cabeza diciéndome todo lo que podría salir mal, todos los peros, todas las incomodidades, todos los gastos, todo el tiempo y la energía que implica un cambio así.
Y ahora que la decisión está tomada mi mente me bombardea con todas las posibles opciones que habría tenido si hubiera decidido permanecer igual que antes. Las posibilidades de un futuro que ya no será así. Pero conozco esa voz. Ya me ha hablado antes, en el borde de otros abismos que decidí no cruzar, justamente por la ansiedad que me producía dar el salto, por el ruido de esas voces. Me quedaba quieta, no decidía nada y de todos modos no pasaba nada. Ante mi inacción, las ideas creativas se esfumaban como cucarachas al encender la luz. Al poco tiempo las decisiones se tomaban solas de cualquier manera y yo estaba nuevamente en la misma situación que antes de asomarme al abismo. Sin haber caminado nuevos caminos. Sin emprender lo que quería. Sin mejorar mi situación vital y sin fuerzas para hacerlo. Agotada, desinflada, atontada… Y todo seguía igual.
En los últimos meses, que ya se volvieron años, me he mantenido adormilada, lenta, estancada. Manteniéndome por defecto, haciendo lo que tenía que hacer pero no lo que quería hacer. O haciendo lo que quería hacer sólo a veces, sin dedicarle todo el tiempo y el esfuerzo que requeriría para dar frutos. Este estilo de vida era cómodo porque era conocido, porque con el tiempo aprendí cómo manejarlo, cómo mantenerme así. Porque no implicaba mayor esfuerzo. Aparentemente.
Pero lo cierto es que esta vida me estaba implicando un esfuerzo del espíritu, del alma. Porque no estaba alimentándolos debidamente, sino apenas con lo mínimo vital. A veces menos que eso. Pequeñas dosis de verde y de libertad, con todo el esfuerzo que implica conseguirlas. Salir al sol o a sentarme en un retazo de verde apenas pudiera, mirar un cielo estrellado, sembrar, contemplar un animal, estar en verdadero silencio. Todo siempre en dosis limitadas, salidas de emergencia cuando ya no soportaba más la vida ruidosa de la ciudad.
Me encontraba tan lejos de mi centro, de mi fuente (de la conciencia), que sospecho que alcancé a olvidarme de quién era yo, qué era lo que estaba buscando y cuál era mi alimento.
Pero vivir en la ciudad me dio un sentido del equilibrio. Una inmersión en el lado oscuro para comprender que la oscuridad es necesaria para la luz. El universo es bipolar y cercenar una de sus mitades es desequilibrar la balanza. Hay que abrazarlo todo.
Mi reciente hibernación me llevó a enfrentar algunas de mis sombras. Verlas en el espejo y no salir huyendo. Mirarlas. Sonreírles. Aceptarlas. Algo de eso sucedió en mí en estos últimos meses de somnolencia diurna.
No soy fuerte. No soy guerrera. No soy diosa. No soy poderosa. No soy luminosa. Soy simplemente yo. Esto que soy. Esta que soy. A veces insegura, perezosa, frágil, dudosa, inestable, inconstante, deprimida, triste, inflexible, hiriente, cínica, ruidosa, enojada, oscura. Yo con este dolor en el pecho, este bulto en el vientre, esta molestia en el pie, esta rigidez en la espalda. Yo con esta ansiedad. Simplemente yo (y todas esas voces en mi cabeza).
Y sí, ya sé lo que me van a decir. Que sí soy fuerte, que la diosa está en mí. Que soy poderosa. Que yo soy todo lo que quiera ser. Sé a qué se refieren, y sé que tienen razón de cierto modo. A veces nos sentimos heróicas como guerreras, grandes como diosas, a veces somos invencibles. Pero yo creo que no lo somos realmente, pues esas identidades no son más que arquetipos, personajes que a veces nos representan. O a los que a veces imitamos. Pero convencernos de que somos ellos en realidad nos limita.
Seguimos siendo humanas y a veces la vida nos tumba, nos arrastra y duele. Cambiamos todo el tiempo. Un día nos sentimos especiales y al día siguiente nos hundimos en el anonimato del montón. A veces es cuestión de minutos para cambiar de un estado al otro.
Así que sí, puedo ser guerrera un día. Pero también puedo ser cobarde al siguiente. Somos humanas. Somos humanos. Nos cansamos. Nos asustamos. Nos da hambre y frío. Nos da nostalgia. Nos da vergüenza. Nos dan celos. Nos sentimos cobardes. A veces pasan también estas cosas. Ser guerrera todos los días cansa. Y es que en el fondo no es más que un disfraz, pues somos más que guerreras, más que diosas, más que poder… somos otra cosa. Y sin embargo, seguimos estando aquí, vistiendo nuestra humanidad.
Y si, como dicen, yo soy todo lo que quiera ser, entonces quiero también ser capaz de quitarme el disfraz de guerrera, el de diosa, o el de mujer empoderada. Tirarlo lejos cuando quiera, desplomarme y hacerme un ovillo en el suelo sin la menor intención de levantarme a combatir contra ocho ejércitos. Porque también soy esto. Y está bien.
Gracias por compartir este escrito que me conforta en el alma me encuentra con otra alma femenina o masculina y me dice en el fondo ¡Oye deja de hibernar ven y salta, extiende las alas ya salté¡ Gracias un verso para ti
Bocetos Cotidianos
El arbusto sacudió,
con la fuerza de la hojarasca,
sus vetustas hojas marchitas
Azucena Blanca
Gracias por tus palabras. Es lindo cuando las mujeres nos encontramos en nuestros sentimientos compartidos. Abrazos.
Comparto contigo esa conciencia encarnada de darnos la sencilla LICENCIA de solo SER.
¡Oye!, primero me he dado la licencia de asustarme conmigo misma, luego no sientas susto de mí.
Siii, permitámonos asustarnos de osotras mismas para explorar mejor quiénes somos…
Me encanta como describes tus sentimientos! Como han dicho ya algunas, nos sentimos como una sola. Es reconfortante que mas mujeres nos unamos y digamos a grito herido lo que no nos atrevemos a hacer por «El que dirán». Y compartir esos mismos sentimientos. ES bonito aceptar a todas las ujeres que habitan en nosotras y recibirlas a todas sin rechistar. Es nuestra esencia! Gracias mujer!!!!!
Gracias a ti. Que sigamos siendo muchas…
Palabras reveladoras, sabias, llenas de experiencia. Maravilloso ese momento en que no queremos ser, simplemente deseamos vivir y dejarnos llevar con la vida. Un momento que también debemos saber valorar.
Gracias por compartirnos tus experiencias, un abrazo sororo.
¡Que viva la sororidad!
me gusto mucho Sonia muy lindo muy sencillo y muy verdadero
Qué gusto para mí tenerte aquí, Nany. Un abrazo.
Bella!
Que lindo sentirte.
Y seremos ovillos en el suelo, y le pediremos al Cielo que nos materne, Y seremos niñas, vulnerables, cansadas y perdidas.
Y está bien.
Tal vez lo de estos días sea resguardarse.
Te quiero
yo también te quiero, Laia bella. Espero que nos sigamos cruzando en una de mis idas y vueltas…
Gracias humana.
Gracias a ti por leer y entender. Tenemos derecho a no ser diosas.
Me encantó! Lo deje para releer en la noche y me volvió a encantar! Gracias por escribir-nos tan bonito. Me antojé de círculos! No vienes por acá? Te esperamos por ahora en la isla más chiquita. Un abrazo apreta’o!
Gracias linda. Una duda… ¿Cuál es la isla más chiquita?
Jajajja chiquita y apartada del resto del mundo, pues mucha gente ve así a Australia, en donde sabes que hay alguien leyéndote, mandándote buena vibra y esperando volver a participar de un maravilloso circulo que tanta falta me hace! Abrazos andinos de colores!
jaja, ya veo por qué me confundía lo de la isla chiquita. Gracias por tus palabras. Abrazos andinos de más colores