Comenzar a sanar
NOTA: Esta entrada se escribió como una ampliación al post del Círculo sobre ginecología y anticoncepción natural.
No deberíamos esperar a estar enfermas para bucear en nosotras. Pero a muchas nos pasa así, el cuerpo lleva tiempo enviándonos señales y como no lo escuchamos, habla más fuerte. A veces grita. Pero atiende: si el cuerpo te está gritando solo te está alertando sobre algo que no has mirado y necesitas mirar.
Se trata de esas cuestiones que sabes que has dejado de lado. Esa decisión que necesita ser tomada, y que regresa al cabo del tiempo, porque no quieres mirarla. Puedes huirle otro par de años si quieres: volverá. El libre albedrío solo te permite aplazar, pero no cancelar las lecciones que necesitas aprender. Hasta que el cuerpo te recuerda que hay un asunto que has dejado aplazado y justamente por eso ahora necesitas mirarlo.
¿Qué te hace bien?
Sanar pasa, necesariamente, por conocernos a nosotras mismas, aunque no hayamos querido hacerlo hasta aquí. Pasa por escucharnos, por escuchar lo que nuestro cuerpo no deja de comunicarnos. ¿Está activo?, ¿cansado?, ¿adolorido? Va desde preguntarnos cuándo hemos decidido en contra de nuestro verdadero sentir (lo que verdaderamente queríamos hacer en una situación dada) hasta mirar si realmente nos estamos dando lo que necesitamos.
Una amiga me cuestionaba hoy: ¿A qué has dicho «sí» cuando en realidad querías decir «no»? Todas hemos hecho esto, varias veces, y sabemos cómo se siente. Y no es raro que si actuamos en contra de nosotras mismas durante suficiente tiempo terminemos enfermando de alguna manera.
Por el contrario, cuando nos nutrimos en todos los niveles, cuando estamos haciendo lo que nos llena, cuando nos sentimos apasionadas en nuestra vida (una sensación muy parecida a estar enamoradas), el cuerpo se siente bien, o mejor dicho no se siente, a veces ni siquiera sentimos hambre, según qué grado de apasionamiento (aunque nunca sobra decir que en esos momentos en que parecemos locomotoras a toda marcha es importante estar atentas a no excedernos, pues el cuerpo, limitado como es, tiene barreras que luego duele sobrepasar).
Cuando nos conocemos mejor, cuando sabemos qué cosas nos hacen bien y cuáles no, aprendemos a nutrirnos bien, tanto a nivel corporal como mental y espiritual. A nivel de relaciones y de actividades, de hábitos y de actitudes. ¿Qué cosas nos hacen sentir bien cuando las hacemos? ¿Qué cosas disfrutamos enormemente? ¿En compañía de qué personas se nos eleva el ánimo? ¿Qué prácticas nos ayudan a aumentar nuestra sensación de bienestar? ¿Qué pensamientos nos mantienen energizadas e inspiradas? Todas estas cosas son las que necesitamos hacer, iniciar, atraer y potenciar más en nuestras vidas.
Es una acción a nivel personal que no es egoísta. O lo es, pero en el sentido en que necesitamos serlo para recuperar nuestro centro y ser conscientes de nosotras mismas. Pues una vez que logramos esto, una vez que nos sentimos plenas, enérgicas, inspiradas, llenas de energía, es entonces cuando naturalmente nos damos hacia afuera. Y también nuestro cuerpo deja de gritar: cuando estamos conectadas con nuestro espíritu, no necesita llamar nuestra atención.
Es entonces cuando nos salen ocho brazos, cuatro piernas y tres cabezas más para manejar todo lo que queremos hacer. Es entonces cuando somos verdaderamente útiles a los demás, verdaderamente serviciales, verdaderamente maternales (en el sentido de ser las cuidadoras de nuestras tribus aunque no hayamos parido hijos propios) y verdaderamente libres de hacer todo esto. Cuando nos ponemos a nosotras mismas por encima de los demás es cuando desbordamos todo lo que los demás aman y necesitan que desbordemos. Cuando una mujer está llena de sí misma, naturalmente lo entregará a los demás. Eso es lo que significa que seamos cuidadoras por naturaleza: no es porque nos toque hacerlo, no es porque sea nuestro sino o nuestra maldición. Es simplemente algo que sucede por sí mismo cuando estamos plenas, y que entonces nos hace sentir más plenas. Cuando lo hacemos por obligación es cuando nos agota y se vuelve una carga.
Empieza por ti
Para ese conocerte necesitas mucho silencio. Silencio de mundo y silencio de opiniones. Silencio para estar y para soñar, para alimentar tus proyectos, para escucharte, pero sobre todo para simplemente ser, sin presiones, sin «deberías». Necesitas centrarte en ti, fuera de cualquier opinión ajena. ¿Qué es importante para tí? ¿Qué necesitas? ¿A qué necesitas más decir que sí? ¿Qué actividades sientes que te llenan?
El silencio te otorga claridad para tomar tus elecciones. Más aún, el silencio te permite ver más claramente el camino que te conviene, te permite identificar más fácilmente lo que de verdad quieres y por tanto, lo que de verdad va a ayudarte. Yo podría enumerarte aquí muchos métodos, o recetas, o explicaciones sobre el origen de tus dolencias físicas. Pero ya en otros lugares se ocupan de eso, seguramente ya has tenido ante ti opciones para elegir. Y si no, es muy fácil buscar en estos tiempos modernos, la sabiduría colectiva va rezumando lentamente en esta red virtual. Encontrarás muchos caminos diferentes.
Pero entonces, ¿cuál opción es la mejor? ¿Cómo decidir entre esos caminos? ¿Qué es lo que de verdad me va a funcionar a mí? Este es mi consejo: lo que puede ayudarte surgirá de seguir tu propio impulso, tu propia resonancia, tu propia historia. Y esta es única.
Silénciate, deja de buscar maestros, ayudas y pociones mágicas afuera. Se trata de ti. De cómo te estás sintiendo y cómo te quieres sentir. De qué cosas de verdad llaman tu atención y llenan tu espíritu, qué cosas te atraen, qué tipo de información resuena contigo. Algunos lo llaman intuición, o sexto sentido, pero ya sabemos que no es nada del otro mundo. Es buscar esa sensación agradable en el estómago, en el bajo vientre. Eso que alimenta tus entrañas y llena tu espíritu.
En esa plenitud vital está la semilla de nuestra curación. Pues en el camino hacia nosotras mismas encontramos los guías, las herramientas y las ayudas que nos permiten trascender nuestros retos actuales, recuperar nuestra salud y disfrutar nuestra vida. Desde el silencio te será más fácil reconocer cuáles te corresponden. Nadie de afuera sabrá mejor que tú lo que de verdad te conviene, pues todo llega a ti en el camino que es exclusivamente tuyo. Cuando desvías tu atención de ese camino es que puedes llegar a sentirte desorientada y perdida. Por eso la mirada debe ir hacia adentro. Ahí, en ti, está el camino hacia tu curación.
La pregunta es: ¿dónde estás poniendo tu energía y tu atención?