Círculo de eclipse: Luna llena roja
[Imagen de la luna roja en portada: compartida bajo Licencia CC en Flickr por Sudhamshu].
La noche del pasado lunes la pasé en Subachoque acompañada de un grupo de seres maravillosos (éramos 12 mujeres y un hombre… trece en total, además de los invisibles que nos rondaron) con el propósito de sentarnos en círculo durante toda la noche guardianando un fuego sagrado. El círculo fue convocado por Sakrey, invitándonos «a la observación interior, enfocándonos en aquellos aspectos de nuestra personalidad, emociones, pensamientos, patrones de comportamiento, que limitan la manifestación plena de la luz y conciencia que somos».
Después de una comida comunal nutrida por lo que llevamos, encendimos el fuego entre todxs. Pese a una lluvia incipiente que amenazaba la noche al descampado (acompañada de rayos, truenos y retumbos en el horizonte), el latido del tambor actuó como intermediario ante el espíritu de la lluvia, alejando las nubes de nuestro círculo. Un par de danzas nos calentaron el cuerpo y el ánimo, y nos sentamos a presentarnos ante los demás y esperar el fenómeno anunciado…
El cielo se despejó prácticamente del todo y la luna comenzó a cubrirse… Un par de horas después nos permitió observarla roja, en todo su esplendor, como una naranja oscurecida, con el brillo de ¿Marte? junto a ella. En el momento de mayor «oscuridad» del eclipse, un grupo de trece seres de luz cantaban a todo pulmón, a la luna, a la tierra, al agua, al aire, a la unidad. Pues en la hora más oscura de la noche es cuando más despiertos debemos estar.
La noche siguió transcurriendo entre historias, risas, bocadillos, cantos y compartir, y hasta tuvimos la oportunidad de consultar un oráculo que nos compartió Fata, encendiendo una luz sobre cada uno de nuestros caminos. Amanecimos todxs despiertxs, en una fría madrugada que poco a poco se llenó de luz, calor y color. El abuelo tabaco cerró el círculo y abrió nuestros corazones al nuevo día. Y aunque la mayoría tenía que volver temprano a Bogotá, nos quedó tiempo suficiente para la abrazoterapia que selló la amistad mutua que renació durante la noche (y digo renació porque cada nuevo encuentro es, en realidad, un reencuentro). Muchas gracias a todxs por el bonito compartir y gracias a Sakrey y a Maga por permitirnos el espacio… Para quienes vivimos en la ciudad es una fortuna poder pasar un día o una noche en el campo, en la montaña, en medio del verdor, cerca de los árboles y enfrente del fuego. El solo hecho de estar allí ya cura el alma y fortalece el espíritu…
Gracias especiales también a Laura Arango por compartirnos las fotos de recuerdo 🙂