Círculo de historias para sacar nuestra fuerza interior
Círculo sexagésimo tercero
Luna creciente.
Círculo de historias, en la casa de Margarita (Bogotá)
Viernes 20 de julio, en el verano del año del Perro de Tierra (2018 E.C.)
Así se convocó
Este es un espacio para compartir nuestras experiencias de transformación, para expresar los procesos que estamos transitando, para reflejarnos en las historias de la otra, y nutrir nuestra fuerza con la fuerza de la otra, para compartirnos nuestras estrategias de renacimiento y reconocimiento de la divinidad en nuestro interior, para encontrar el aliciente que nos permita resurgir de nuestra oscuridad y recordar que somos luz.
Algo sobre el círculo
Ocho mujeres alrededor de la luz. Ocho historias de transformación, pasada o palpitante. Ocho senderos hacia el interior: Encontrarme, Esperanzada, Sensible, Búsqueda, Satisfecha, Inquieta, Tranquila, Relajada.
First things first
Primero lo primero. Si estás hundida en el fango y te estás preguntando dónde está la luz, atenta.
Atenta.
Atenta.
Si estás en el oscuro fango, la luz está ya allí, porque la luz la llevas tú contigo. Donde tú estés, allí está la luz. Confía.
uno.
Sanar pasa por volver a ti. Necesitas preguntarte quién eres, e ir mucho más allá de la respuesta fácil. Quién eres no tiene una respuesta fácil. Quizás sí pueda ser una muy simple, —desde cierto punto de vista—, pero no fácil. Porque has puesto muchas capas para ocultarte esa respuesta. Crees que eres la que se llama así, o la que vive allí o se mueve allá, que aprendió esto o lo otro, o no, que decidió hacer esto o aquello con su vida, o no, que logró tal o cual trofeo, o no, que se viste de esta forma o la otra, que escucha tal música, que tiene pasión por tal o cual cosa, que se dedica a esto o a aquello.
Pero necesitamos ir más allá a la hora de contestar esa pregunta, ¿quién eres? Porque hay algo que subyace todo eso, algo que permanece aunque todo lo demás cambie. Algo que no puede ser nombrado bajo ningún sustantivo, adjetivo o verbo existente. Por eso es algo tan difícil de comunicar a otros con palabras. No es que sea difícil nombrarlo. Es que es imposible. Es algo que solo puede ser experimentado, sentido. Sanar pasa por sentirte. No siempre tiene que gustarte, pero cuando te sientes de verdad, sanas.
dos.
Busca tu paz. La que es únicamente tuya, la que no es de nadie más, la que nadie sino tú puedes sentir [por eso sentirte es tan importante]. Tú sabes cuál es, tú sabes cómo se siente. Lo sabes porque la tuviste alguna vez, esa paz, y parece que la perdiste, y por eso la estás buscando, y buscando, y buscando. Más aún, lo sabes porque la tienes, pero te olvidaste de que la tienes. ¿Te ha pasado que estás buscando desesperadamente tus gafas, o cualquier objeto, hasta que te das cuenta de que lo llevas puesto encima? Es algo parecido.
Es creer que lo que buscas, o necesitas, o te falta, está afuera, en algún lugar, en el último país del mapa, en el título que voy a alcanzar, o el trabajo que voy a obtener, o las metas que voy a lograr, incluso en la terapia que voy a iniciar. O cuando esté sana, o cuando tenga tiempo de descansar, o cuando haga ese viaje soñado.
¿Cuántas veces has creído que obteniendo eso que pensaste que querías tendrías paz? —Eso que algunos llaman felicidad. Y luego, cuando lo has obtenido, quizás has tenido un fugaz instante de realización. Pero justo antes, por el camino, o poco después de ese instante, ¿ha resultado que han surgido otras veinte cosas que te quitan la paz apenas alcanzada? Logras lo que querías y entonces descubres que no, que en realidad querías otra cosa, algo distinto, nuevo. Y esta vez —aseguras—, sí te traerá lo que buscas. Esta vez será diferente. Esta vez sí lo sabes, esta vez irás más allá, te superarás, alcanzarás la meta. Y así, cada vez. Cada vez.
No te has percatado de que eso que buscas no se puede alcanzar en niguno de los afueras que te has inventado. Pues esa búsqueda es siempre externa, siempre llama tu atención hacia un lugar o una situación diferente de la que estás. Y solo puedes estar en el lugar en el que estás. No en el que estuviste, ni en el que estarás, ni en el que te gustaría estar, pues esos siempre estarán allá, lejos. Cuando creas que los alcanzas, será un logro fugaz. No alcanzas nada. Pasas por un bucle, una y otra vez, tal como el hámster en la rueda. Mientras más te afanas, más crees alcanzarlo, y más te agotas. Y te agotas, y te agotas. Porque nunca paras de correr.
No busques en el objetivo allá afuera. No busques en lo que esperas alcanzar. Quizás te convenga más mirar de qué estás tratando de huir. Y no puedes ver bien de lo que escapas si no te detienes y lo enfrentas. Mirar simplemente dónde estás, como estás, ahora, precisamente la que eres ahora. Mirar, no juzgar. No pretender que sea diferente, o etiquetarlo como que está mal. Eso es huirle, disfrazarlo, tratar de cambiarlo. No huyes. Sientes. Te sientes. Verás que ese es un lugar mucho más apropiado para encontrar tu paz. Una vez más: No siempre tiene que gustarte, pero cuando te sientes de verdad, sanas.
tres.
Las cosas son como son, son lo que son, y el que haya tratado de cambiarlas alguna vez sabe lo increíblemente difícil que es. No solo difícil, sino inútil. Nunca sale como esperas. La vida cambia abruptamente y te deja en una situación que no quieres vivir. Negar lo que es y tratar de cambiarlo es resistirse. Y resistirse contra algo que no puedes controlar es hacerte daño, porque resistes contra una fuerza más grande que tú. ¿Has visto cómo los niños pequeños hacen una rabieta cuando no pueden obtener lo que ellos creen que quieren? Eso mismo.
Pero lo asombroso de los niños pequeños es que muchas veces las rabietas se les pasan pronto, les muestras cualquier otro objeto que llame su atención y se olvidan de lo que querían. Y se asombran otra vez de lo que tienen al frente con una facilidad pasmosa, y le dedican toda su atención, y observan todo el tiempo en dónde están. Hasta que, poco a poco, somos nosotros quienes les enseñamos a querer estar en otro lugar distinto del que están. Y aprenderán a vivir deseando y, claro, vendrán más rabietas. Y así hasta que nos hacemos «adultas».
Pero lo que debe ocuparnos ahora que somos adultas —aunque nos falte una, o tres, décadas de adolescencia— es aprender a sacarnos a nosotras mismas de las rabietas. Dejar de sufrir por lo que creemos que no tenemos y poner atención a lo que hay. A veces será difícil asociar esa atención con el disfrute. A veces, lo que tenemos que mirar de frente es doloroso, incómodo y molesto. No lo queremos mirar, ¡Justamente de eso estamos huyendo! Negarlo, esconderlo, no sentirlo más.
Pero no funciona así. Negarse, resistirlo, solo lo prolonga, lo hace más sólido y real, más insoportable incluso. Llegó a ti para que lo mires, para que lo sientas, para que lo atravieses. Para que lo vivas, intensamente, plenamente, igual que un niño.
Hace poco escuché a un hombre compartir un ejercicio que yo llamaría de meditación instantánea: Cierra los ojos por un instante y concéntrate en el primer recuerdo feliz que guardes de tu infancia. Puede ser algo pequeño, aparentemente insignificante, una escena fugaz. Quédate con ella, y enfócate en esa sensación, en cómo se sentía esa emoción, esa alegría, ese gozo, ese arrobamiento. Sosténlo por un rato, tanto como sea necesario. Esa es la sensación que hay que recordar. Y te das cuenta: está ahí, dentro de ti. Ya la tienes. Si no, no habrías podido sentirla ahora. Pero ciertamente está ahí. Y puede estar ahora.
cuatro.
Pensé que se iba a quedar en tres, pero es importante, sobre todo para las mujeres, recordarlo una vez más —y cada vez, hasta que ya no lo sigamos olvidando—: Quiérete más. Y quiérete tal como eres. Así, chota, rara, desmembrada o rota. Disonante, opaca, roma y desorientada. Quiérete así, no tienes que ser perfecta.
Ya eres suficiente. Seas como seas eres suficiente, y la prueba eres tú misma: si no fueras suficiente no estarías aquí. Sé que es difícil de creer, pero vas a tener que hacer un acto de fe. Todas debemos hacerlo alguna vez. ¿Si tu hija que está aprendiendo a caminar se cae, dirías que por ello es un fracaso o que no es «suficiente»? ¿Lo pensarías? ¡Claro que no! Ella es perfecta, ¡está aprendiendo a caminar! Y caminar no hay forma de aprenderlo sin caerse. Y lo mismo pasa con cada una de nosotras. Estamos aprendiendo, constantemente, explorando nuestro cuerpo. Estamos encontrando nuestro centro. Y ese camino pasa por explorar nuestros extremos, y caernos, y hacer cosas que pueden parecer equivocadas. Pero seguimos siendo tan perfectas como esa niña que se cae justamente porque está aprendiendo a caminar. Y somos merecedoras del mismo amor incondicional que ella. ¿Eres capaz de dártelo?
Voy a proponerte un ejercicio: Toma un espejo —no demasiado pequeño—, y mírate a los ojos. Hazlo durante al menos cinco minutos, o lo que sea necesario. Y mientras lo haces, busca la luz y la belleza que hay en esos ojos. Busca la chispa, la vida que asoma tras ellos. Y sonríe también, o ríete a carcajadas si eres capaz. Pero obsérvate. Y en voz alta o en silencio, dile a esa imagen tuya cuánto la amas, y cuán agradecida estás por todo lo que te ha enseñado, y por lo que te está enseñando. Ella es tu maestra en esta vida. Reconócela, y hónrala como tal. Y déjala ser tal como es, pues esa es la mejor manera de amar. No quiero que te imagines el ejercicio. Quiero que lo hagas. Si necesitas encerrarte en el baño para hacerlo sin que nadie te vea, hazlo. Pero necesitas empezar de una buena vez.
Sabiduría circular:
- «Expresar tu vulnerabilidad no te hace débil».
- El camino para sanar pasa también por equilibrar lo que doy a otros y lo que recibo, que es también lo que me doy a mí misma. A las mujeres nos resulta muy fácil olvidarnos de nostras mismas. ¿Sabes cuándo pedir ayuda? ¿Cuánto te estás permitiendo recibir? ¿Cuándo debes exigir? ¿Cómo te estás cuidando? ¿Qué te hace sentir bien?
- La suavidad tiene que ver con el equilibrio de lo masculino y lo femenino.
- Lo que se sana en uno se sana en todos.
- Nadie tiene la «vida perfecta». O mejor aún: todos tenemos la vida perfecta. Somos perfectos tal como somos. Todo es perfecto tal como es. No hace falta que sea diferente.
- El útero es también una totuma, un contenedor. Lo puedes llenar o vaciar de información. De luz o dolor. De lo que tú quieras.
- Un ciclo que no se cierra apropiadamente —que se trunca o se niega—, se sigue repitiendo en una vida, o en una familia, o en un ciclo más grande, hasta que alguien se hace cargo.
- A veces hay que tomar decisiones, aunque duelan, simplemente porque deben ser tomadas.
- Aprende a meditar y procura hacerlo diariamente. De la manera que quieras, con la técnica que mejor disfrutes —hay muchas. Algunas involucran la respiración, otras el cuerpo, otras la atención. Curiosea y encuentra tu manera. Te podría sorprender.
- Ayunar por un día es una buena manera de aclarar la mente y desintoxicar el cuerpo. Busca información, empieza poco a poco y escucha la sabiduría de tu cuerpo.
- Cuando tomas una decisión y realizas una acción, aunque sea pequeña, empiezan a abrirse las ventanas y a derribare los muros.
- Te liberas verdaderamente de alguien cuando aprendes a desear su bien, aunque a ti no te vaya tan bien. El verdadero desinterés.
Recomendados del círculo
- Los libros de Jean Shinoda Bolen.
- La técnica del yoga de la voz.
Algunos de los regalos que nos dejó
Agradecimiento, Constancia, Aprendizaje, Identificación, Acompañamiento, Contención, Liberación, Reconciliación, Reconocimiento, Paz.