Círculo de historias. Grandes Transformaciones
Círculo quincuagésimo segundo.
Luna llena en el mes de Escorpio.
Octubre 15, durante el otoño del año del Mono de Fuego (2016 E.C.).
En la casa de Camila y Amelié.
Algo sobre el círculo
La transformación siempre sucede en tiempo presente. Estamos sumidas en una gran transformación todo el tiempo, y hablar de ello en tiempo pasado, como comprobamos en este círculo, no tiene mucho sentido. La transformación está sucediendo en este momento. La gran corriente universal no se detiene nunca, y pensar que ya superamos un cambio nos hace creer que podemos quedarnos tranquilas y nos resta la atención necesaria para enfrentar los inevitables cambios que siempre se siguen sucediendo y ante los cuales necesitamos permanecer alertas para que la corriente no nos arrastre hacia lugares en donde no queremos estar.
Cuando planeamos el círculo, un mes atrás, esperaba hablar de transformación en términos del pasado. Así fue como lo había entendido, cuando apenas estábamos gestándolo con Camila, nuestra anfitriona en esta ocasión. Historias en tiempo pasado, cosas que ya vivimos, que ya superamos, «batallas ganadas». Pero no existe tal cosa, pues el pasado no existe. Toda historia continúa, y sigue construyéndose. Lo que existe es la transformación del presente. De nuestra historia en tiempo presente, de lo que está sucediendo. El presente que nos contiene, que nos vive a cada instante. Justamente las que somos ahora, en este momento, en este espacio, mientras escribo esto, mientras lo lees (siempre es ahora). Porque vivimos, siempre, en una constante transformación.
Nunca sabemos hacia dónde vamos, nunca sabemos cómo va a terminar todo. Se trata de encontrar el cambio constante que se está obrando en cada instante. Todo está sucediendo ahora y sólo en el ahora es posible la verdadera transformación. Decisiones que se toman, ahora. Impulsos que se siguen, o no, ahora. Acciones que se realizan, ahora. Y cada decisión, cada impulso, cada acción debe estar en consonancia, no con el ayer o el mañana (ahí es donde se confunde todo), sino con el único tiempo que verdaderamente podemos habitar: el presente.
Por eso las historias que se contaron fueron en tiempo presente: las grandes transformaciones que estamos viviendo, las decisiones que estamos tomando, los aprendizajes que estamos teniendo, que no cesan, que nunca son absolutos. Cada decisión tomada abre un ramillete de nuevas posibilidades, algunas que ni siquiera sospechábamos en un principio. Vivimos en relación con todo lo demás. Cada cambio nuestro produce cambios en todo aquello con lo que nos relacionamos. Un solo cambio pequeño en nuestro comportamiento puede tener grandes repercusiones alrededor.
De ahí que el verdadero cambio comience por nosotras mismas (por lo general las primeras a las que olvidamos). Y los procesos de transformación que compartimos en el círculo nos han llevado a preguntarnos en qué parte del camino nos hemos olvidado. Y es probablemente ese punto en que pensamos que lo teníamos todo claro, en que nos dormimos en los laureles y pensamos que habíamos superado una situación y nos olvidamos de estar presentes y de escucharnos y de atender a nuestras necesidades personales.
Sí, hay tiempos que se sienten como tiempos de grandes cambios, hay tiempos en que más intensamente sentimos todo lo que se está transformando alrededor. Y es aquí cuando más atentas necesitamos estar a nuestros cambios internos. Pues los cambios alrededor necesariamente nos transforman por dentro y lo que era cierto hace unos meses/semanas/días no necesariamente sigue siéndolo hoy. Tomamos decisiones a cada instante y cada nueva decisión, consciente o no, nos abre un nuevo panorama, nos cambia la perspectiva de las cosas y nos deja frente a nuevas posibilidades, así como cierra otras.
Por eso la invitación que dejó este círculo para mí es la de permanecer atentas a la voz interior. Algunas la llaman la voz del corazón, otras le dicen intuición. Se trata de aquello que te susurra al oído cuál es el camino que debes elegir, cuál es la decisión que debes tomar en cada nueva encrucijada de la vida. No es fácil escucharla, sobre todo porque la mayoría de las veces hay cientos de voces externas gritando y generando un montón de ruido alrededor nuestro, distrayéndonos de lo que es cierto para cada una de nosotras. Y la verdad, como yo la entiendo, es profundamente personal, como es exclusivamente personal el camino que cada una lleva en su propia vida. Lo que es cierto para mí no es necesariamente cierto para alguien más. Lo que es claro para mí puede resultar confuso para otros, puede parecer ilógico o inconsistente ante las miradas de quienes me rodean. Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos lo que nos hace bien, lo que necesitamos, lo que es imperativo en nuestro presente personal. Lo que resuena cierto en nuestro corazón.
No digo que sea fácil mantenerse fieles a esta voz interna. De hecho, es probable que parezca más fácil dejarse llevar por la corriente de opiniones que nos piden correr de un lado a otro y olvidarnos de nosotras mismas. Pero esa aparente facilidad nos dejará al final agotadas, confundidas y extraviadas en medio de una situación que nos hace daño. Entonces es cuando nos descubrimos estancadas en bancos de arena de los que es difícil salir, atrapadas en vivencias que nos limitan, aisladas en lugares oscuros donde no podemos ver la luz. A todas nos ha pasado, y ninguna está exenta de revivir esas experiencias.
Consulto al respecto un libro que me ha servido de oráculo en los últimos tiempos, El Tao de las mujeres, y esto es lo que arrojó:
«Cuando las mujeres saben que todo cambia, son libres de soltar. Si no temen la pérdida, todo es posible.
Intentar impedir el cambio, es como intentar ser el creador. Jugar el papel de creador aumenta el riesgo de pérdida».
Ahora que las leo (y releo mis propias palabras) se me hace claro que las grandes transformaciones exigen que nos asumamos nosotras mismas como seres permanentemente cambiantes. Aferrarnos a una situación (que puede ser el creer que «ya lo logramos», el «dormirnos en los laureles», el esperar que todo se quede como está porque «así es perfecto») es lo que en últimas nos lleva al estancamiento. Todo cambia todo el tiempo y tratar de impedirlo nos hace daño.
Y aunque todo esto pueda a veces parecer contradictorio, en realidad se trata de lo mismo: intentar impedir el cambio es desconocer que nosotras también cambiamos. Esto, especialmente para las mujeres, debería ser más fácil de entender. Nuestros cuerpos cambian mes a mes, y nos llevan por un torrente de sensaciones, emociones y estados físicos y anímicos que muchas veces nos dejan confundidas. ¿Cómo podemos ser tan distintas de un día para otro? Pero la respuesta es sencilla: porque constantemente estamos cambiando y nuestros cuerpos reflejan como un espejo esos cambios que no podemos evitar, tanto en nosotras como a nuestro alrededor.
De ahí la importancia de no olvidarnos: si estamos atentas a nosotras mismas, a nuestras necesidades, a nuestra voz interior, podremos fluir más armónicamente con esa corriente que nos arrastra en la eterna espiral de la transformación. Un día estamos exultantes y llenas de energía. Otro día somos melancólicas y oscuras y no queremos poner un pie fuera de la cama. Cada estado tiene su razón de ser y su momento, y se trata de aceptarnos y abrazar a las que somos en cada instante, siempre diferentes. Si el día en que nuestro cuerpo nos exige quedarnos quietas nos atacamos y añoramos a la mujer multitarea que destilaba energía por los poros hace una semana, estaremos desoyendo nuestras necesidades y desperdiciando la introspección que nos regalan nuestros días marmota, cuando lo que necesitamos justamente es quedarnos quietas y afinar el rumbo antes del siguiente shot de energía.
Y así con cada faceta de la vida. Añorar Lo Que Fue nos quita fuerza y foco para aprovechar y vivir al máximo Lo Que Es. De nuevo, como en tantas ocasiones, el mensaje es vivir el Aquí y el Ahora. Y si estamos atentas, nos daremos cuenta de que la gran transformación se está obrando justo en este instante.
Cierro esta entrada compartiéndoles un video que Amelié, nuestra integrante más fiel (está asistiendo a los círculos desde hace más de cinco años, cuando apenas era una bebé de pocos meses), insistió en que cantáramos todas. El fuego, cosa interesante, es el agente transformador por excelencia, nada pasa por él sin transformarse profundamente…
Reunidas
Siento que son palabras que me tocan el alma y me hacen reflexionar sobre lo que estoy viviendo en este instante y es evidente que en el presenta estan todas las respuesta y aveces por el miedo a los cambio no escuchamos, muchas gracias por compartir, un abarzo de corazón
Un abrazo, Yuyú. Gracias también a ti por compartir.