Mujeres en círculo celebrando 5 años y 50 círculos
Círculo quincuagésimo
Luna en Escorpio,
una noche después del plenilunio, abril 23,
durante la primavera del año del Mono de Fuego (2016 E.C.).
En la casa de Janine y Katrinne,
acogidas por el Centro Ceremonial La Danza del Cóndor y el Águila..
Así se convocó…
La espera fue larga, pero ya estamos de vuelta. Es el círculo que vengo aplazando desde noviembre pasado. La celebración a la que le he dado tantas vueltas. Y ya es justo porque ya me hace falta volver a reunirme con mujeres. A todas nos hace falta.
Por eso…
si conoces este espacio desde su nacimiento, si apenas pudiste venir a uno pero fue hace tiempo, si estuviste en el círculo pasado y te quedó gustando, si siempre has querido venir pero nunca lo has hecho, o si te acabas de enterar de todo esto y no tienes idea de nada, pero algo te dice que deberías estar… eres bienvenida a nuestra celebración.
Porque este espacio lo hemos hecho todas, las presentes y las ausentes, las muy amigas y las medio desconocidas, las que han estado y las que no, pero han querido estar. Incluso las que no han querido estar, ellas también le han dado forma desde afuera. Todas estamos conectadas. Y creo que cada vez que las mujeres nos reunimos a ser mujeres lo hacemos en nombre de todas. Siento que de alguna manera cada círculo resuena en todas.
Entonces ven a celebrar en nombre de todas, celebrar que existen los círculos de mujeres, celebrar que existimos las mujeres, celebrar que estamos vivas y todavía tenemos historias para contarnos, celebrar que podemos tomarnos una noche para nosotras, celebrar… ¡lo que quieras celebrar!
Aprovechemos la energía de la luna llena para reunirnos entre mujeres a contar, a cantar, a estar en silencio, a escuchar, a observar, a compartir y a tejer una vez más esa magia que solo se hace presente cuando estamos entre mujeres.
Algo sobre el círculo…
Diecisiete mujeres, la más joven de ellas con apenas cinco años —y que nos ha honrado con su dulce compañía desde el comienzo de este espacio—. La noche fue de confianza, hermandad y dulzura. Se compartieron historias divertidas e historias duras, otras reflexivas, confidentes, asombrosas. Cada una de ellas hablándonos de un aspecto de nosotras mismas, todas espejos de todas en un caleidoscopio que se transforma a sí mismo con cada narración. Cada historia tejida con la siguiente, en puntadas suaves o abruptas, pero que se hilaba en la mente de cada una para hacer surgir cada vez nuevos contares.
Entre todo lo tejido, poco a poco fuimos descubriendo que la manera que las mujeres tenemos de ayudarnos, equilibrarnos y descargarnos es compartir lo que guardamos adentro. Hablar, expresar, decir, entregar. La mayoría de las veces ni siquiera necesitamos una retroalimentación activa de quien nos escuche, ya sea su consejo, una respuesta o un consuelo. Lo que de verdad necesitamos es una actitud receptiva, alguien que nos escuche sin juicios y nos permita sacar todo lo que tenemos que sacar. Compartirlo es lo que libera la carga. Hablarlo es lo que deshace el nudo.
Y contando esas historias que deben ser compartidas, hablamos también de la rabia, del sentimiento que nos embarga cuando vemos que el mundo es también injusto y cruel. ¿Qué hacer con la rabia? Sentirla, expresarla, pues con tragárnosla no ganamos nada, es más probable que nos hagamos más daño. Pero si la aceptas y le permites estar sin que se vuelva destructiva, verás que la rabia es una herramienta poderosa que puede motivar a la acción y por tanto a la transformación.
¿Cómo transformar todo lo negativo que recibimos? Recibiéndolo, sintiéndolo y procesándolo en nosotras para entregar al final algo más luminoso, más compasivo, más amoroso que lo que recibimos. Como escribió Tolstoi: «solo hay una manera de poner término al mal, y es el devolver bien por mal». Pero antes de poder siquiera transformar el dolor en luz, necesitamos primero compartirlo como dolor, sacarlo de nosotras, expresarlo, hablarlo.
Así que las invito a encontrar unos oídos verdaderamente amigos para compartir con ellos lo que llevan guardado adentro hace tiempo, eso de lo que no hablan con nadie, lo que duele, lo que pesa, lo que avergüenza, lo que te hace sentir culpable, o miedosa, o desdichada, o triste, o deprimida. No tienes por qué llevar esa carga tú sola. No necesitas atesorar algo que te pesa y te hace daño. Busca a alguien con quien hablar. Puede ser amigo o desconocido, pero alguien que sabes que te escuchará sin juzgar, interrumpir ni opinar. Saca la voz y suélta tu dolor, aunque sea sólo por un momento. Te aseguro que te sentirás mejor.
Por eso es importante que las mujeres sigamos reuniéndonos en círculo, que sigamos manteniendo conversaciones sobre nosotras, contándonos nuestras historias, compartiendo nuestros dolores, que es el primer paso para sanarlos. Somos mortales, así que a todos nos duele pasar por la vida sin dejar huella, sin que nuestra historia se cuente, sin que se sepa quiénes fuimos, qué pasó con nosotros. Compartir el dolor lo disminuye, de la misma mágica forma en que la alegría se multiplica cuando la compartimos.
Todas estas cosas se hilaron en el círculo de celebración, pues un círculo siempre se construye entre todas. Mientras más circulas más te das cuenta de que todas estamos conectadas, de que —como escuchamos en el círculo—, cada mujer es una célula dentro del cuerpo de una gran mujer que somos todas. Por eso estamos conectadas. Por eso somos verdaderamente una.
La bella Katrinne, anfitriona de esta celebración, también nos regaló con una ceremonia que recibió de una abuela y que ella misma está aprendiendo, llamada Mesa Andina. Sobre una representación del territorio con un nido de cóndor en el medio, cada una de nosotras ofrendó en abundancia plantas medicinales, semillas, panela, alimentos y flores, formando un regalo tan nutrido y lleno de buenos deseos que comprendimos al fin que el regalo era para todas. Amelié, nuestra asistente más joven, ofrendó de cada cosa con su sencillez y dulzura características y ya hacia el final exclamó emocionada que era el juego más divertido en el que había jugado, provocando la risa complaciente de todas.
Pasada la medianoche brindamos con hidromiel, que es una bebida espirituosa ancestral muy apreciada por los pueblos del norte de Europa. Viene a ser como la chicha de esas tierras, hecha con agua y miel fermentada en una preparación cuya historia es anterior a la del whisky o la cerveza. En las costumbres tribales, la hidromiel era servida por las mujeres de conocimiento de la tribu (sacerdotisas y brujas). La mitología nos cuenta que, después de pasar nueve días colgado en el Árbol del Mundo, bajar al mundo de los muertos y sobrevivir, Odín recibió la hidromiel en una boda ritual sagrada con Freya. Ella estaba personificada como una sacerdotisa del inframundo, una diosa de la muerte que se la ofreció de su cucharón en un ritual de iniciación antes de que él regresara al mundo de los vivos.
Así, —y sin saber todavía nada de esto, que averigüé hasta ahora que escribo estas líneas— la hidromiel endulzó nuestro encuentro y la palabra, que seguimos tejiendo en historias, silencios y cantos hasta la madrugada.
Con las luces del amanecer salimos al jardín, con el cerro sagrado de Juaica todavía envuelto en su neblina, a sembrar el regalo que preparamos en nuestra Mesa Andina. Entre todas cavamos el hueco y una vez enterrada nuestra ofrenda, Amelié se preocupó de sembrar semillas de fríjol y quinua en la tierra recién removida.
Con esto concluyó nuestra celebración, dejándonos hermanadas y contentas, felices a pesar de la trasnochada y renovadas por la magia del encuentro.
Agradezco profundamente a todas las que se animaron a acompañar esta celebración e invito a todas las que me leen a ofrecer un lugar para los próximos círculos, ya que dejé de tener un espacio permanente en Bogotá. Y si alguna ya me había ofrecido su casa refrésquenme la memoria por favor que soy muy despalomada.
Reunidas…
Recomendados del círculo:
- Camila Morentres nos invita a sus círculos astrológicos en Bogotá: Meditación de luna llena en sagitario.
- Un apunte histórico-mitológico sobre la hidromiel (15 min., está en inglés) hecho por Maria Kvilhaug, una historiadora de la cultura y la mitología nórdicas.
- Libro Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (de Silvia Federicci, editado por Traficantes de Sueños). Lectura obligada para las interesadas en una exploración histórica (de las pocas que hay) sobre la quema de brujas y el papel que el capitalismo primigenio tuvo en la eliminación sistemática de las mujeres «problema» (¿suena familiar?). Pueden descargarlo en el vínculo del título, está bajo una licencia libre que permite su copia y descarga.
- Libro El camino del artista, sobre la creatividad, los bloqueos creativos, nuestros miedos e inseguridades.
- Alguna recomendó la práctica del yoga de la voz. Hay profesores y cursos por ahí, no tengo un dato exacto todavía. Pero por lo pronto, encontré este video en YouTube.
- Canción de Rozalén, que dedico a todas las mujeres, Porque las hadas existen.
Sonia, me alegra mucho que por fin se te haya hecho realidad el sueño de dejar una ciudad grande y caótica. Eso me da esperanzas, quizás también me termine pasando a mí.
Hoy me decidí a escribirte porque encontré algo que me tocó hondo y que, si no me equivoco, también tú disfrutarás: http://arte.elpais.com.uy/tana-onceuponatimetana-o-la-liberacion-a-traves-del-arte/#.V2LcpDV97My
Y que sigan los sueños.
Hola, Johanna. Gracias por comentar y por ese enlace. Me encantará leerlo con algo de tiempo, pues se ve que el tema es profundo. Y de pasada te cuento: salir de la ciudad o es fácil, pero se trata de seguirlo intentando. Vale la pena.