Mujeres en círculo tejiendo y compartiendo ¿qué es ser mujer?
Círculo cuadragésimo quinto
Dos días antes de la luna llena
Primer día del calendario lunar maya Cholq´ij, enero 31, 8 Waqsaki´b Ba´tz
Finalizando el invierno del Año del Caballo de Madera (2015 E.C.).
En la casa de Laia.
El tejido es una actividad tan antigua como la cultura, y muy probablemente fue inventado y perfeccionado por las mujeres. Requiere quietud, paciencia, atención, observación y, sobre todo, tiempo. Me imagino a una mujer del neolítico en un verano abundante, recostada con una criatura pegada al pecho y jugueteando con el manojo de tallos que arrancó para distraer a su primogénito que ya comienza a caminar. No sé si sea una imagen muy romántica, pero sin los momentos de ocio y placer no habrían nacido las artes.
Y aunque no hubiera existido tal escena, sí es cierto que hay muchas más mujeres que hombres tejedores, lo que ha hecho que muchos consideren el tejido una actividad «femenina» e incluso «afeminada», aunque esto no sea más que uno de esos mitos sociales perpetuados por las gentes de mente estrecha. Al igual que la cocina, la crianza de los niños y el cuidado del hogar, muchos hombres tejen tanto o más que las mujeres. Sin embargo, al igual que la cocina, la crianza de los niños y el cuidado del hogar, son las mujeres las que tradicionalmente se han encargado de estas tareas a lo largo de la historia. Y no deja de gustarme la idea de que hayamos sido nosotras quienes inventamos el entrelazado de varios hilos en trama y urdimbre y todo lo que de allí surgió.
Quizás por eso me pareció buena idea conjugar un círculo de tejido en el que también se compartiera qué significa ser mujer, un tema propuesto por Laia, nuestra anfitriona del sábado pasado. Me recordó que justamente ese fue el tema que surgió espontáneamente en el primer círculo que convoqué hace cuatro años, cuando no tenía un libreto medianamente claro sobre lo que íbamos a hacer esa noche. Me recordó que una semana después, en el segundo círculo que reuní, nos dedicamos a tejer. Ahora siento como si hubiéramos dado una vuelta en la espiral de este tejido y anudáramos esos dos encuentros con el que acaba de suceder, para seguir con esta mochila.
Once mujeres nos pusimos a la labor, casi todas con aguja en mano, entorchando la hebra que habría de formar lo que para muchas fue su primer tejido. Y mientras hacíamos punto fuimos hilando también la conversación… ¿Qué es ser mujer? Creo que esta pregunta tiene tantas respuestas como mujeres hay en el mundo. Sin invalidar ninguna, les compartiré aquí lo que esa pregunta y la conversación tejedora del sábado inspiraron en mí.
Ante todo, reconocer que hombres y mujeres somos diferentes. Sí, lo somos, y hay razones de peso y hechos para comprobarlo, sobre todo a nivel biológico. El hecho de que ellos tengan pene y nosotras vagina no es la menos importante, aunque ahora se los considere órganos casi fortuitos que se pueden agrandar o achicar, blanquear, alargar, ensanchar, y hasta poner y quitar con una cirugía. Pero el nacer con uno u otra implica algo más que simplemente tener una tira de carne o un orificio. Implica que las hormonas se manifestarán diferente en tu cerebro y en tu cuerpo una vez alcances la pubertad (y la verdad es que ya lo han hecho para que nazcas así). Implica que tu educación será diferente de acuerdo a tu género, implica que desde la cuna y hasta la tumba te tratarán de una manera particular por pertenecer a uno u otro grupo, sea que esto te guste o que te genere rechazo.
Sí, ser hombre o ser mujer es una cuestión fundamentalmente biológica, pero también es una construcción cultural. Ambas cosas combinadas resultan en algo tan determinante para cada individuo que pensarnos desde una u otra perspectiva es una marca de identidad que nos durará toda la vida, incluso si saltamos al otro plato de esta balanza (como las personas transexuales), hacemos equilibrio en el medio, o la rechazamos (como las personas transgénero). De cualquier manera nuestra identificación (o no identificación) con estos roles marcará nuestra vida adulta.
Tanto enfocarnos en estas identidades puede hacernos pasar por alto el hecho de que lo más importante es saber qué significa ser humano y de qué manera lo somos en relación a otros seres humanos, independientemente de su género y su rol sexual. Creo que esta es la cuestión más importante, pero no por eso nuestra pregunta sobre qué es ser mujer pierde validez, pues es justamente desde esta perspectiva nuestra (como personas que viven en un cuerpo de mujer) que podemos hablar de esa cuestión fundamental.
Ser mujer, en términos biológicos, es tener útero y ovarios, pechos desarrollados y vagina, y un ciclo hormonal que nos hace sangrar cada mes. Este ciclo hormonal también influye día a día en nuestra psique, nuestro comportamiento diario, nuestra manera de enfrentar las emociones, nuestra manera de percibir el mundo. De allí surgen los comportamientos llamados «femeninos», como el ser variables (¡claro, somos cíclicas!), el ser intuitivas, el ser empáticas, el ser compasivas. Vivir en nuestro cuerpo de mujeres nos hace diferentes, y esas diferencias empiezan a reflejarse en los comportamientos sociales y los roles que vamos asumiendo.
Entonces aparecen las diferencias culturales, el que seamos nosotras quienes casi siempre se encargan de los hijos, de los ancianos, de los enfermos o el hogar, o que tengamos una mejor gestión de nuestras emociones. Estas son tareas demasiado grandes para que una mujer las enfrente sola, lo que ha propiciado otros comportamientos «femeninos», como la cooperación, la facilidad para construir redes (¡tejer!), la paciencia, la preocupación por el otro.
Con esto no estoy diciendo que estos comportamientos sean únicos o propios de las mujeres, sino simplemente que a lo largo de nuestra historia biológica y cultural se nos hayan facilitado más a nosotras, por las tareas que desempeñamos, el entorno en el que crecimos o las posibilidades que tenemos. Pero por supuesto que con las condiciones apropiadas, un hombre desarrolla los mismos comportamientos, de la misma manera que una mujer puede desarrollar actitudes llamadas «masculinas», como la competencia, la excesiva racionalización o el empleo de la fuerza para resolver los problemas. De nuevo, se trata de una cuestión biológica potenciada por unas condiciones culturales.
Lo que quiero resaltar aquí es que, más allá de las diferencias entre hombres y mujeres (una de las implicaciones latentes en la pregunta sobre qué es ser mujer) haríamos mejor en preguntarnos sobre lo «masculino» y lo «femenino» (una forma de nombrar a esos dos polos presentes en la naturaleza de todo ser humano) y de qué manera podemos equilibrar ese desbalance que existe hoy en el mundo entre esas dos fuerzas.
Sí, es evidente que hay un desbalance cuando vemos que las mujeres hemos dejado de confiar unas en otras y nos miramos ahora como enemigas, cuando competimos entre nosotras para alcanzar unos logros inventados por los hombres, cuando pasamos por encima de nuestras emociones para encajar en un sistema innegablemente masculino en el que debemos ser lineales y no cíclicas y debemos estar produciendo sin detenernos a atender ni siquiera nuestras necesidades corporales, ya no digamos las familiares y las psíquicas.
Y creo que si existe ese desbalance, y si todos somos seres humanos viviendo en un sistema enfermo, somos las mujeres quienes tenemos la clave para salir de ese laberinto, y es justamente recuperar esas actitudes «femeninas» que le están haciendo falta al mundo (tanto a mujeres como a hombres): la cooperación, la confianza en la intuición, la atención a las emociones, la empatía, el acercamiento al otro, el maternaje… No porque seamos nosotras las únicas capaces de hacerlo, sino simplemente porque, biológica y culturalmente, estamos mejor preparadas para ello, aunque estemos adormecidas.
Una buena manera de empezar a hacerlo es conociéndote como mujer biológica, reconocer tus ciclos y reaprender sobre tu menstruación. Acercarte a tu sangre de una manera más amorosa y respetuosa y darte cuenta de la herramienta tan poderosa con que la naturaleza te regaló. Explorar los cambios que experimentas a lo largo de tu ciclo para entenderte mejor y de esta manera conocerte y aceptarte, tal como eres. Una mujer que se conoce a sí misma es una mujer que reconoce su poder femenino (que no tiene nada que ver con el masculino) y a través de él irradia su belleza.
Otro buen primer paso es recuperar ese tejido entre hermanas que aprendieron nuestras ancestras. Honrar a la otra por el hecho de ser mujer como nosotras, vernos reflejadas en su luz y su oscuridad. Cuando somos varias siempre es más fácil (y cualquiera que haya estado en un círculo de mujeres sabe —aunque sea vagamanete— a qué me refiero). Así que, mujeres, es hora de que empecemos a acercarnos a nuestras hermanas en una actitud de apertura, de aceptar sin juzgar, de acompañar sin competir, de apoyar sin obligar. Desde desvelarnos para escuchar a una amiga en apuros hasta ceder el puesto en el bus a una desconocida. Nosotras, que sabemos leer en los ojos de las demás mujeres esas emociones que muchas veces no se pueden expresar, necesitamos fortalecer esos lazos invisibles que tejieron nuestras abuelas y que se perpetuarán en el tejido que continuamos para aglutinar de nuevo a la comunidad humana.
Ahora más que nunca, los círculos de mujeres son una herramienta imprescindible para ayudarnos a todos, hombres y mujeres, a salir del oscurantismo de estos tiempos modernos. No tienes que acudir a un círculo ya creado si no te sientes en confianza para compartir con otras mujeres. Crea el tuyo propio y encuentra a tu propia manada.
Recomendados del círculo:
- Libro Dios usa pintalabios. Karen Berk.
- Libro La maestría del amor. Miguel Ruiz.
- Comunicación no violenta: expresando las observaciones y sentimientos. Un replanteamiento sobre nuestro modo de expresarnos, de escuchar a los demás y de resolver conflictos. Video en tres partes (subtitulado).
- Conferencia completa sobre las diferencias básicas entre hombres y mujeres, dictada por Pilar Sordo, psicóloga, columnista, conferencista y escritora chilena.
- The Autocomplete Truth, un corto promocional (en inglés) sobre esta campaña que abre un debate sobre a la igualdad de género haciendo un sondeo de lo que las búsquedas de Google reflejan sobre este tópico.
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