¡Abraza a tu tusa! Historias sobre tusas, despechos y desamores
Círculo trigésimo sexto.
Día de Ganesha {jueves 21 de octubre},
Año de la Serpiente de Agua {2013}.
Historias sobre tusas, despechos y desamores.
¿Dónde fue? En la casa de Sonia (Teusaquillo, Bogotá).
¿Cómo se convocó?
A petición de nuestro público entusado, un espacio para desahogar nuestras penas de amor pasadas o recientes. ¿Te han roto el corazón? ¿Te has sentido decepcionada, desenamorada, desligada? ¿Cómo se acaba el amor? ¿El amor se acaba? Tráenos tus historias de desamor y suéltalas aquí. Termina el año deshaciéndote de tus penas de amor y comienza un nuevo ciclo in esa carga. Porque es mejor contarlo que sufrir en silencio…
Algo sobre el círculo…
Perder un amor {una persona, un proyecto, un lugar…?}. Perder a alguien que amamos. Tener un despecho. Dejar de entusiasmarse por… Desenamorarse. Estar tusa. Los sentimientos y emociones humanas son tan variados y personales que podemos enamorarnos {y por consiguiente entusarnos} prácticamente de cualquier cosa.
Una tusa es, principalmente, una pérdida, un síndrome de abstinencia, un duelo. La sensación de haber perdido algo {o alguien} que se tenía, o al menos que se creía tener. El vacío que queda cuando despertamos a otra realidad, después de que se ha roto un hechizo encantador. Sentir que se regresa al mundo real {una figura retórica pues, ¿quién sabe cuál es el «mundo real»?}. En cualquier caso, es un cambio de estado de conciencia. Un cierre de ciclo que nos deja en el inicio de uno nuevo cuando todavía queríamos seguir en el anterior. Despertar de un sueño que no querías que terminara. Perder algo que ya no puedes recuperar, algo que, quizás, se lleva una parte sustancial del sentido de nuestra vida.
Quizás se le llama tusa porque no nos gusta cuando se termina la mazorca… Pero las tusas tienen utilidades insospechadas…
Antes que nada, ¿cómo lidiar con una tusa? El primer paso, como con cualquier camino terapéutico que se decida emprender, es aceptarla. Una tusa duele, y está bien que duela. El dolor es parte de la vida y está ahí para llamar nuestra atención sobre algo. Negarlo sólo lo alimentará, pues necesitará gritar más fuerte para que nos decidamos a escucharlo, seguirá arañando nuestra puerta y, por tanto, haciéndonos más daño. Hasta que le permitamos entrar. Al abrazar nuestro dolor podemos conocerlo y encontrar la forma de comprenderlo, aceptarlo y convertirlo en nuestra fortaleza. Más adelante volveré sobre esto, pero primero lo primero: la aceptación del dolor.
Vivimos en una sociedad centrada obsesivamente en los pensamientos, que son como los ladrillos que usa la mente para construir y explicar el mundo. Pero por mucho que lo ignoremos, todos habitamos un cuerpo {ese cuerpo que nos ancla al aquí-ahora que buscan los meditadores}, y que se comunica con nosotros a través de las sensaciones. Estas están íntimamente ligadas a las emociones, más corporales que mentales cuando no tratamos de explicarlas. La tristeza, la ira, la angustia se sienten en el cuerpo, en el pecho, en las entrañas. La alegría nos hace vibrar, es algo que se acumula por dentro. Y en realidad no es importante el nombre que les demos. Lo importante es sentirlas. Darnos el permiso de sentir la vibración en el pecho, o el vacío en el estómago, o ese no sé qué dentro del pecho. Ser emocional es ser visceral. Y está bien que lo seamos. Sabemos que estamos vivos porque somos capaces de sentir.
Así que si estar vivos implica habitar un cuerpo lleno de múltiples sensaciones y ellas son la manifestación de nuestras emociones, no tiene sentido negarlas, intentar reprimirlas o «controlarlas». Mientras más les hacemos la guerra, con más fuerza ellas se manifiestan. Ignorarlas sólo las hace más fuertes y si las ignoramos el tiempo suficiente cambiarán de estrategia y empezarán a hablarnos a través de las enfermedades. La mejor manera de lidiar con ellas es, entonces, aceptarlas. Darles la bienvenida, abrirnos a ellas, abrazarlas y sentirlas en todo su esplendor. ¿Estamos tristes? Bien, aceptemos esa tristeza, admitamos que tenemos un nudo en el pecho, en la garganta. No tratemos de negarlo, no lo dejemos a un lado. ¿Sentimos rabia? Detengamos todo lo demás y dejemos salir la rabia, gritemos si hace falta, tengamos un round de golpes contra las almohadas {puede sonar ridículo, pero será mejor que hacerle daño a alguien}. Permitámonos sentir lo que sentimos, aunque nos incomode, aunque no nos guste. Las sensaciones son una prueba de que estamos vivos; negar el dolor en nuestra vida es vivirla a medias.
Una de las cosas que nos ayudarán a aceptar y eventualmente salir de la tusa es declararnos abiertamente tusas: abrazar a nuestra tusa. Es como cuando nos da, por ejemplo, una gripa fuerte. Cuando nos declaramos enfermas entramos en otro ritmo, nos mantenemos en casa todo lo que podemos, quizás dormimos más, evitamos la compañía de personas que no son tan cercanas a nosotras, cuidamos mejor los hábitos que puedan influir en nuestra recuperación {alimentación, abrigo, descanso}. Con una tusa es similar. Reconocerla y abrazarla significa permitirnos un cambio en los ritmos y las actividades que estábamos llevando y darnos el espacio para manifestar nuestros estados de ánimo.
No vale la pena fingir que estamos bien para que todo siga como si nada. Es importante cambiar en momentos de cambio. Si una tusa es una sensación de pérdida {y toda pérdida implica un cambio}, entonces será sabio permitirse cambiar, pues eso permitirá que todo lo que pareció estancarse con la tusa se mueva de nuevo en nuevas direcciones. No tiene por qué ser un cambio grande, todo cambio es bueno. Al principio basta con permitir pequeñas modificaciones en nuestros hábitos. Por ejemplo, si queremos dormir más, permitámosnos esa hora adicional en la cama. Si tienen que ser varias horas, que lo sean. Tenemos derecho a dormir: estamos tusas. Si no queremos hablar con nadie, apaguemos el teléfono y dejemos de mirar el correo. No nos sintamos mal por ello: estamos tusas. Si queremos dejar de ir a reuniones, o de salir, o de atender compromisos, es perfectamente aceptable… ¡abracemos nuestra tusa!
Aceptar la tusa es aceptar que no estamos en nuestro mejor momento y que no podemos rendir tanto como cuando nos sentimos enamoradas {¿y es que no es obvio?}. Dejar de exigirnos tanto {algo que las mujeres sabemos hacer tan bien} y darnos todo el tiempo y la atención que necesitamos. Una tusa desatendida bien puede llevar a una depresión que, clínicamente hablando, sí es una enfermedad. De ahí que sea importante poner atención en esos estados de ánimo oscuros, esos que no se sienten tan bien pero que llegan, tarde o temprano.
Dale la bienvenida a tu tusa, ábrele la puerta, permítele que se siente, se ponga cómoda y pregúntale qué quiere. Se trata de centrarnos más en nosotras mismas, ver qué necesitamos, volver a nuestro cuerpo, alimentarnos y descansar adecuadamente, seguramente dormir más, tener más tiempo para la soledad, aunque nos aterre enfrentarnos a ella {esto forma parte de la aceptación}. En soledad es más fácil observarnos, observar nuestras sensaciones, un buen camino para comprender nuestras emociones.
No temas a los tiempos de instrospección, pues en ellos es donde más aprenderás sobre ti misma. Las tusas nos permiten aislarnos de todo y de todos. Si las aprovechamos son una buena herramienta para retornar a la voz interna, la que habla suave y tranquilamente detrás del dolor. En el silencio escucharemos de nuevo la voz del corazón, la única que merece ser escuchada por encima de las demás. Quizás por eso tantas veces habla el corazón en voz baja, pues exige el silencio de todo lo demás.
Por eso no es buena idea atiborrarse de actividades para ignorar lo que sucede en nuestro interior. El enconchamiento propio de los entusados es una ocasión excelente para reencontrarnos con ese espacio interno, limpiarlo de basura exterior y desde allí darle un nuevo rumbo a nuestra vida. Vale dormir, pues a través de los sueños habla nuestro inconsciente, sea que los recordemos o no. Si le permitimos a la mente vagar más tiempo por el mundo onírico, encontrará allí pistas más claras para ayudarnos en nuestro proceso. Vale también la meditación en todas sus formas, la música en todas sus formas, la contemplación {¡sí, sentarse a mirar el vacío por la ventana!}. No temas al silencio ni a la soledad. En estos momentos ellos son tus mejores maestros. Déjate llevar por los caminos del dolor. Si necesitas llorar, llora. Si necesitas gritar, grita. Si necesitas desahogarte, putea a la pared. O al cojín, amigo inseparable.
Haz lo que haga falta para expresar tu dolor. Si sientes que algo quiere salir pero no puede, insiste en el silencio y la soledad. Observa la sensación que tienes atorada. Los atoramientos son producto de haber bloqueado sistemáticamente algo que necesitaba salir y que entonces decidió quedarse allí, atravesado por dentro. Dale tiempo. Deberás ser paciente, pero aprender a ser paciente vale la pena. Observa y permítete sentir todo lo que llegue. Si es vacío, es vacío. Si es atoramiento, es atoramiento. Si es nada, es nada. Tarde o temprano el dolor se dará cuenta de que no lo estás negando y comenzará a manifestarse. Confía en ello: nada en este universo permanece quieto durante mucho tiempo. Sé paciente pero persistente, y verás cómo todo se mueve.
Cuando observamos nuestro dolor sin rechazo, sin pretender apagarlo, si lo miramos a los ojos y lo aceptamos, tarde o temprano dejará de gritar, tarde o temprano se callará. Hay heridas que curan muy rápido, y después de callarse, el dolor finalmente desaparece. También es verdad que hay dolores que no se van nunca {pues hay tusas de tusas, y no todas por desamor}, pero un dolor que está gritando todo el tiempo, o un nudo permanentemente atravesado por dentro, no nos dejará vivir, así que más nos vale aprender a convivir con ellos. En todos los casos la aceptación es la clave. Y aunque abrazar el dolor es un acto de valentía, esa valentía es una condición humana: venimos con ella. De hecho, es más fácil manifestarla en momentos de dolor.
Dejar ser al dolor se convierte en dejar salir. Cuando permites salir una parte de tu dolor, aunque sea muy pequeña, algo nuevo querrá entrar. Eventualmente te darán ganas de escribir, o dibujar, tejer, cantar… manifestar tu creatividad de alguna manera, ponerte en movimiento. Será algo pequeño la primera vez, apenas un impulso. Debes estar atenta, pues necesitas dejarte llevar por ese primer impulso. No lo dejes morir: apóyalo en cuanto aparezca, pues no se quedará mucho tiempo antes de ser saboteado por el dolor que te queda. Toma el cuaderno y escribe esa frase. Tararea esa canción que te ronda la cabeza. Sal a caminar, aunque sea media cuadra. Basta con que sigas el impulso la primera vez: dar ese pequeño paso te llevará al siguiente lugar. Cuando movemos una cosa de nuestras vidas, aunque sea pequeña, cuando tomamos una decisión nueva, todo lo demás cambia, pues debe adaptarse a la nueva realidad. Un cambio pequeño puede tener repercusiones grandes, así que no los deseches. Un camino de cien millas comienza con el primer paso. Una vez que lo des, ya estarás preparada para comenzar de nuevo, y podrás empezar a sacar provecho de toda la situación.
Entonces, volviendo al comienzo, ¿cómo algo doloroso puede convertirse en una fortaleza? Yo creo que el dolor surge para que prestemos atención sobre algún aspecto de nuestra vida que estábamos pasando por alto y que probablemente nos estaba haciendo daño. Así como la sensación al quemarnos produce un movimiento reflejo que nos aleja del fuego y evita que nos sigamos quemando, el dolor del corazón o del alma también llama nuestra atención sobre algo interno y exige atención de nuestra parte.
En el caso de las tusas, el dolor nos puede hablar de aspectos de nuestra vida que estaban descuidados. Nos muestra un desequilibrio interior que seguramente ya estaba ahí antes de entusarnos, sólo que no nos habíamos dado cuenta. ¿Nos sentimos abandonadas? Reencontremos a esa niña interior que tenemos descuidada y que no necesita de nadie más que de sí misma para ser feliz. ¿Nos sentimos menospreciadas y humilladas? Preguntémonos cuál es la imagen que tenemos de nosotras mismas y aprendamos a reconocer nuestro propio valor por encima de las opiniones y actos de los demás. ¿Nos sentimos engañadas? Trabajemos en despertar de nuevo los instintos dormidos que no nos advirtieron sobre los espejismos en que nos estábamos adentrando. Preguntémonos cuál es nuestra propia verdad. ¿Sentimos que con la pérdida del otro perdimos también una vida entera? Preguntémonos en dónde dejamos nuestra propia vida, única, personal e instranferible y por qué se la entregamos a alguien más. ¿Estamos desconsoladas porque detrás de un amor se fue tanta belleza de nuestras vidas? Amamos en los demás lo que los demás reflejan de nosotras mismas. Dejemos de llorar por el espejo roto, y reconozcamos nuestra propia belleza, el verdadero origen del reflejo que nos enamoró.
Volver a buscar el propio centro y recuperar el equilibrio interior {que no depende de nadie más que de nosotras mismas} es un asunto personal. Y emprendiendo este camino, poco a poco encontrarás las pistas que necesitas para regresar a la vida.
No estoy diciendo que todas las tusas deban ser manejadas así. Esto, al fin y al cabo, es sólo una reflexión que me surgió de lo compartido en el pasado círculo de entusadas y despechos. Como ya se dijo, hay tusas de tusas. Cada quien tiene su propia historia y cada quien tiene su propia manera de curarse. Cada dolor es diferente, y nadie puede señalarle al otro qué es lo que debería aprender de su propio dolor. Cada quien vive las tusas a su manera, y su intensidad también es un asunto personal, como sucede con los duelos. Por lo mismo, cada quien tiene su forma de salir de ellas. No hay una fórmula, ni un tiempo «normal» para superar una pérdida. Una tusa puede durar días, meses o años. Hay tusas que duran toda la vida {y creo que esas son las que más vivos nos hacen sentir}. Pero nadie puede decretar sobre el dolor que sienten otros. Finalmente, siempre se trata de volver a nosotras mismas, y esto vale para todo el proceso de recuperación de una tusa.
Y si tienes una tusa de esas que ya están añejas y que lleva ya demasiado tiempo haciéndote daño, nunca es tarde para intentar salir de ella. Es igual que los duelos: es importante hacerlos, aunque lleven años. Es importante cerrar los ciclos que terminan. Solo así podremos abrirnos a los ciclos que se inician {pues todo final es la semilla de un comienzo} y permitir que el eterno cambio siga su curso en nuestras vidas. Esto es fluir.
Por eso: ¡abraza a tu tusa! Ella también tiene algo que enseñarte…
Ritual para cerrar ciclos
Este círculo fue convocado el 21 de noviembre, día dedicado a Ganesha {ese panzón dios hindú con cuerpo humano y cabeza de elefante}. Ganesha es venerado en la India {entre otras varias cosas asombrosas} por ser el removedor de obstáculos. En honor a ello y como las tusas son, a la larga, bloqueos emocionales, les dejo una sencilla idea que puede funcionar para finalizar los ciclos que se están cerrando, desbloquear tusas y ayudar a que todo fluya otra vez… Pueden consultar el Ritual para cerrar ciclos aquí.
Epígrafe.
Fue sorprendente notar cómo un tema tan aparentemente banal como el despecho amoroso nos condujera a reflexiones tan profundas como estas…
Hasta del aborto terminamos hablando, uno de esos temas-tabú {como tantos otros en nuestra sociedad}, del que se habla tan poco y sobre el que se juzga tanto desde la distancia. Está tan escondido y cargado de culpas que las mujeres están obligadas a vivirlo solas y en silencio. El dolor se oculta y se niega, el duelo no se puede vivir públicamente {y muchas veces ni siquiera en privado}. Y como el círculo de historias fue creado justamente para sacar la voz de las mujeres, para generar un espacio de confianza en donde podamos hablar de lo que no se puede hablar en otros ámbitos, para que las mujeres abran el corazón y liberen los nudos que les hacen daño, próximamente tendremos un círculo exclusivo para mujeres en donde se puedan contar historias sobre abortos con libertad. Un lugar para que las mujeres cuenten eso que no pudieron contar a nadie, y que por eso mismo pesa más adentro. Un lugar para empezar a sanar esa herida si todavía sigue abierta, o para ayudar a otra mujer que lo necesite, si es que ya la hemos sanado en nosotras. A este año ya no lo queda mucho, y quiero que el último círculo del año celebremos los 3 años de este espacio, así que seguramente lo convocaré para iniciar el ciclo de 2014…
Pero por este año, solo nos queda un círculo que será abierto y de celebración por los 3 años cumplidos desde que nos reunimos la primera vez… Esperen pronto más información.
Recomendados
- Una página web {en inglés} que educa sobre las diferencias entre pornografía y sexo real: http://makelovenotporn.com/pages/landing
- Otra página web (también sobre ese tema, en español) sobre la incidencia de la pornografía en la educación sexual de los niños: ¿Cómo impacta la pornografía en la idea de los niños sobre el sexo? http://avantsex.com/como-impacta-la-pornografia-en-la-idea-de-los-ninos-sobre-el-sexo/
- El caballero de la armadura oxidada (libro).