Círculo de historias en la noche de la superluna
Círculo trigésimo primero.
En la noche de la gran luna llena de junio, Año de la Serpiente de Agua {2013}.
Círculo de historias.
¿Dónde fue? En la casa de Cristina (Centro Nariño).
¿Cómo se convocó?
Lunada de historias.
Nos reencontraremos en la unidad del círculo para renovarnos, reconocernos y celebrarnos en estas épocas de solsticio, en la noche previa a la luna llena (que entrará a las 6.30 am del domingo). Para no dejar morir esa costumbre que tuvieron nuestras ancestras de reunirnos en luna llena simplemente a ser mujeres…
Algo sobre el círculo…
La noche comienza temprano, aunque algunas lleguemos retrasadas. Pero es bueno recordar que a un círculo de mujeres no se llega tarde. Simplemente se llega. Y se está lo que se puede estar (que bastantes preocupaciones tenemos, chicas, para andar corriendo también para nuestros momentos de relax…).
Y fue justamente esa relajación la que nos permitió ver la salida de la luna sobre la montaña. Unas la vieron desde la magnífica vista de la casa de Cristina, otras la vimos desde más cerca de la tierra, en la ruta de llegada, aunque la vista no era menos privilegiada.
Fotografía cortesía de Valeria {© Valeria Medellín}.
Ya reunidas en la sala de Cristina, con una vista de la lunita casi-llena elevándose sobre la ciudad anochecida, las historias surgieron de repente y empezaron a tejerse solas. Cuando se comparte una historia en el círculo, esa historia nos toca a todas de una manera diferente y muchas veces una dice lo que otra estaba necesitando escuchar aunque no lo hubiera manifestado en voz alta… es la magia de abrir el corazón.
Quizás era esa magia presente en el círculo, en la noche previa a la plenitud lunar {que muchos recordarán como la noche de la Superluna, un día especial del año cuando nuestro satélite está más cercano a nosotros}… Quizá para rematar, era el espíritu de celebración del reciente solsticio, el día en que más luz solar recibe nuestro hemisferio norte, el día más largo del año, la fiesta del sol. Pareciera como si la madre y el padre (la luna y el sol) quisieran acercarse más a nosotros… Quizá por eso nuestro círculo fue mixto, acogiendo esta vez la presencia de dos hombres que nos trajeron su parte del equilibrio… Sepan que los honro aquí si los incluyo dentro del «nosotras» en el que narro, ya que los hombres que se sientan en la unidad de un círculo de mujeres (o que se asoman a él) también llevan falda y están contenidos en ese gran útero que somos todas. Hecha esta aclaración, prosigo…
Es quizá por todo esto que uno de los temas espontáneos pero recurrentes en las historias fue la relación con nuestros padres… Hay que decir aquí que todas necesitamos unos padres amorosos que cuiden de nosotras, nos apoyen y nos alimenten hasta que somos lo bastante fuertes en todo sentido para valernos por nosotras mismas (lo que suele suceder ya en la edad adulta, al menos en nuestro entorno social). Pero en muchas ocasiones, quienes se aventuran a la tarea de la paternidad/maternidad no recibieron ellos mismos los cuidados y mimos necesarios para aprender a dárselos a otros, así que las relaciones con sus hijos e hijas se dificultan o se bloquean, dejándolos a ellos y a sí mismos con vacíos emocionales. La buena noticia es que todas las heridas del pasado pueden ser sanadas, y se sabe que el primer paso para curar es tomar conciencia de que estamos heridos. Por eso, quisiera aprovechar esta memoria del círculo pasado para invitarte a que te hagas con nosotras unas preguntas…
Son cuestionamientos encaminados a hacernos conscientes del peso que la relación con nuestros padres tiene en nuestras vidas hasta hoy, y en la manera como nos relacionamos con los demás. Aún en el caso de que tus padres no estén vivos, responder estas preguntas te dará una nueva perspectiva sobre lo que recibiste de ellos y lo que, quizás, te hizo falta, y esta consciencia te permitirá comprender qué parte de esa niña interior es fuerte y qué parte está herida y necesita ser sanada. Una vez identificada la herida, el proceso de sanación resultará mucho más claro y sencillo para ti.
Así, pues, estas son algunas de las preguntas que surgieron del círculo, y que invito a que nos hagamos todas: ¿Qué tipo de relación llevo con mis padres? ¿Es cercana? ¿Lejana? ¿Cariñosa? ¿Formal? No necesariamente porque vivas con ellos significa que lleven una relación cercana, o que no necesiten buscarse.
Hablemos primero del padre, ya que la mayoría de las que asistieron y de quienes leen son mujeres, pues quizás para muchas de nosotras esa resulta ser una relación más conflictiva que la que tenemos con nuestras madres. ¿Hablamos con nuestro padre? ¿Qué tipo de cosas le contamos? ¿Podemos tener una conversación íntima con él, o sólo formal? ¿Él es comunicativo con nosotras? ¿Es cariñoso? ¿Lo eres tú con él? ¿Se dicen que se quieren? ¿Se abrazan? ¿Se buscan? ¿Puedes hablar de tus sentimientos cómodamente con tu padre? ¿Puedes preguntarle sobre los suyos?
¿Y tu madre? ¿Qué tal te la vas con ella? ¿Conversan a menudo? ¿Pelean? ¿Se han gritado alguna vez? ¿Dirías que son confidentes? ¿Amigas? ¿Hay cosas que sientes que no puedes contarle? ¿Cuáles? ¿Te sentiste mimada por ella cuando eras niña? ¿Te sientes mimada ahora que eres adulta?
En realidad, si quieres hacer el ejercicio completo, vale que contestes todas estas preguntas (por separado) para ambos padres. Digo por separado, pues si lo haces para ambos al mismo tiempo lo más probable es que la relación con el progenitor más cercano predomine en las respuestas y oculte la lejanía que puede existir con el otro. Muchas veces se da el caso de que la madre resulta ser el puente comunicativo entre padres e hijos, de manera que ellos no sienten que necesitan relacionarse entre sí, pues mamá se encarga de hacerlo por ellos. Y aunque eso no sea algo intrínsecamente malo, es evidente que dicho puente no reemplaza una relación directa, ni debería hacerlo. Ser capaz de llevar una buena relación con nuestros padres mientras están vivos es algo saludable para nuestra salud emocional. Aprender a hablar con nuestros padres forma parte del ejercicio de sacar la voz, del ser capaces de decir lo que pensamos o lo que sentimos sin sentirnos avergonzadas (frente a ellos o frente a cualquier otro).
Debo advertirte que responder a estas preguntas no sanará automáticamente a la niña interior que pudo resultar herida, pero te permitirá saber de qué modo fue herida y quizás te ayude a comprender por qué determinadas situaciones o circunstancias la atemorizan, la bloquean o la hacen actuar de modo «irracional». Contarte a ti misma tu propia historia te permite ponerte en perspectiva sobre la situación, pues te obliga a tomar el lugar del observador que narra y, aunque sea por un momento, te despoja del papel que has tenido que jugar allí, sea de heroína, víctima, victimaria o cualquier otro que hayas decidido adoptar, consciente o inconscientemente. Al ponerte en perspectiva tendrás la oportunidad de identificar cosas que no habías visto antes alrededor de tu historia, establecer relaciones nuevas y vislumbrar salidas a lo que antes parecían callejones cerrados. Caminar hasta esas salidas y decidirte a ser libre será tu decisión.
Lo mejor de este proceso es que no termina aquí, pues cuando sanamos la relación con nuestros padres, sanamos también la relación con nuestros hijos, nacidos o por nacer. Educamos a los niños de la misma manera que fuimos educados por nuestros padres, a menos que tomemos consciencia de esa educación en nosotros, sanemos las viejas heridas, identifiquemos los patrones dañinos y tomemos perspectiva de toda la situación. Sólo entonces podremos ofrecer a nuestros hijos un corazón abierto y limpio del que puedan beber todo nuestro amor sin tener que tomar también nuestros dolores de infancia. Todos estamos marcados por las experiencias que vivimos cuando éramos niños, desde antes del parto mismo. Cómo nacemos puede condicionar nuestra forma de relacionarnos con los demás, con el mundo, con la vida. Cómo crecemos indudablemente lo hará. Si somos capaces de retomar toda esa experiencia personal y hacerla luminosa para que las nuevas generaciones no sean víctimas de las mismas sombras que nos acecharon a nosotros, ya estaremos haciendo mucho para dejar este mundo mejor de lo que lo encontramos.
***
Y como la magia de la noche daba para ser creativas, entre todas escribimos un cadáver exquisito (que para las que no saben es un escrito que se hace colectivamente rotando una hoja de papel en la que cada una escribe su parte sin mirar lo que escribió la anterior). Esto es lo que resultó:
No tenía más remedio que esperar: sin embargo… sólo tenía que escribir una línea, pero las letras no pararon de llegar. Ahí estaba con ella. Y ahora que veo hacia atrás recuerdo. Pienso, y ahora comprendo el porqué de esta situación, y siendo consciente de ella puedo escoger un mejor caminar. Pues escribiendo con la palabra que se comparte entre varios corazones, encontramos la sabiduría que llevamos inscrita desde muchas generaciones atrás. La superluna nos ilumina y nos observa, enorme, desde su inmensidad. Veo a Sonia tejer mientras esas historias se entrelazan. La lumbre titila y en la mente veo la ruana colorida de esta noche, noche de luna llena que nos observa esperando que dancemos… ¡Cómo siente el círculo el movimiento universal que lleva armónico y ágil cada cosa a su lugar! Lo hace poniendo todo a rodar… Y volver a la semilla a través del agradecimiento… Abrir los brazos, abrazar la vida, entregarnos al cambio, al miedo. Entender que la luz que recibimos es la luz que entregamos con amor; volver, sanar, escucharnos para saber cuándo es tiempo de volver a cambiar. Llega a mis manos, a mis alas una luz. Ella refleja cada latido a mi alrededor, cada brillo de los seres que están aquí hoy: Sol, Luna, nube, estrella, universo en creación…
¡Gracias a todas por este compartir!
***
Sabiduría circular en ideas sueltas:
*
Lo vivo siempre tiene altos y bajos.
Lo plano está muerto.
Como en un electrocardiograma.
Así que disfruta la vida mientras dure.
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Deberíamos hacer un performance:
diez mujeres embarazadas subiéndose juntas a un transporte público.
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¿Qué historias pasarán por la cabeza
de todos los que te cruzas en el bus?
Recomendados por mujeres en el círculo:
- Mi abuelo, mi papá y yo (película colombiana, 2005). La encontré por partes en Youtube.
- El millonésimo círculo (libro).
- Obedece a tu cuerpo. Ámate (libro).
- La enfermedad como camino (si alguna lo tiene y lo puede compartir, le agradecería enviarlo al correo del círculo info@mujeresencirculo.org 🙂
- Enfermedades y sus causas probables (guía de consulta rápida).
Me pidieron compartir los cantos que cantamos esa noche. Me gustaría subir a la página grabaciones de mis cantos preferidos, pero todavía no sé cómo materializar esa idea, así que mientras tanto les envío este enlace a varios cantos medicina:
- «Como las flores creciendo«, que compartí esa noche.
- Otra compartida, «Todos somos medicina».
- También cantaron «Casamiento de negros».
- Hay otros cantos compartidos por un círculo de mujeres en Pereira, para las interesadas: http://circulodemujeresluna.wikispaces.com/4.+Cantos
- Y una canción que le gustará a más de una, «Porque las hadas existen» (¡y viene narrada en lenguaje de señas!)
Reunidas…
Tres meses después…
Recibo este mensaje en mi buzón, de quien fue nuestra bonita anfitriona aquella noche. Lo transcribo aquí, pues forma parte de todo este tejido:
«No tenía más remedio que esperar: sin embargo… sólo tenía que escribir una línea, pero las letras no pararon de llegar. Ahí estaba con ella. Y ahora que veo hacia atrás recuerdo. Pienso, y ahora comprendo el porqué de esta situación, y siendo consciente de ella puedo escoger un mejor caminar. Pues escribiendo con la palabra que se comparte entre varios corazones, encontramos la sabiduría que llevamos inscrita desde muchas generaciones atrás. La superluna nos ilumina y nos observa, enorme, desde su inmensidad. Veo a Sonia tejer mientras esas historias se entrelazan. La lumbre titila y en la mente veo la ruana colorida de esta noche, noche de luna llena que nos observa esperando que dancemos… ¡Cómo siente el círculo el movimiento universal que lleva armónico y ágil cada cosa a su lugar! Lo hace poniendo todo a rodar… Y volver a la semilla a través del agradecimiento… Abrir los brazos, abrazar la vida, entregarnos al cambio, al miedo. Entender que la luz que recibimos es la luz que entregamos con amor; volver, sanar, escucharnos para saber cuándo es tiempo de volver a cambiar. Llega a mis manos, a mis alas, una luz. Ella refleja cada latido a mi alrededor, cada brillo de los seres que están aquí hoy: Sol, Luna, nube, estrella, universo en creación…
Gracias Sonia, hasta hoy pude leerlo y había olvidado este tejido… todo vuelve cuando más se necesita. Mucha luz para ti.»